Lo que aprendí de la vida cuando ésta me prejubiló

Jubilación anticipada. Donde unos ven un desastre, otros ven una gran oportunidad. Llevo en mi genética el optimismo que me hace ver siempre el vaso medio lleno y que me evita caer en la depresión.

La arquitectura fue para mi siempre una pasión, pero en el ejercicio de la profesión, encontraba argumentos estresantes que cuando a mis 55 años me echaron de la última empresa en que trabajé, me sirvieron para alegrarme de esa situación, que a cualquier otro hubiera sumido en la amargura. Bendita sea la gota que derrama el vaso, porque será la que te abrirá esas puertas que permanecen cerradas.

El apoyo de mi mujer fue fundamental, porque sin eso nada hubiese sido posible.

Me dediqué a aprovechar de todo ese tiempo libre, y a buscar entre mis conocimientos las herramientas para ganarme la vida por mi cuenta. Paralelamente, me convertí en un asiduo del gimnasio y de las pistas de tenis para mantenerme en forma. Me apunté a un grupo de acuarelistas para aprender la técnica, porque toda la vida tuve el oleo como hobby y fundamentalmente, me diseñé un futuro a medida que hoy desarrollo con pasión. Pinto acuarelas en las calles de Barcelona, que vendo a turistas que se enamoran de ellas. Me siento en mi banquito plegable y expongo mi obra en un exhibidor que me permite moverme de un sitio a otro con facilidad, y cuando veo que un niño se detiene a mirar como pinto, lo invito a sentarse y a pintar mientras lo aconsejo. Luego enmarco su obra en un paspartú, y el mejor pago es verlo con su carita sonriente y sosteniendo su cuadrito con orgullo. Sus padres generalmente compran la obra de su hijo, pero yo ya me siento debidamente pagado.

La vida… ¡La vida es bella! 

Carlos Zili, arquitecto, padre, abuelo y esposo de…

Abrazo la madurez y me abro a la vejez