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La formación, clave para atender las nuevas necesidades de las personas mayores

 

El perfil del colectivo que definimos con la denominación “personas mayores” ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. El aumento de la esperanza de vida y la mejora del nivel de salud en las sociedades occidentales y el consiguiente envejecimiento de la población ha convertido a las personas mayores en un grupo muy heterogéneo y activo, con una gran diversidad de intereses e inquietudes. Por ello, las organizaciones en las que participan actualmente estas personas, y como consecuencia, el perfil de los y las profesionales que trabajan con ellas, presentan también una gran diversidad.

Tradicionalmente ubicábamos a las personas mayores en centros muy específicos como Centros de Mayores, Centros de Día o Centros Residenciales, pero hoy en día encontramos las personas mayores en otros entornos. Cuando nos referimos al colectivo de personas mayores en España hablamos de más de 9 millones de personas, lo que evidencia que se trata de un grupo poblacional muy amplio y diverso que abarca a distintas generaciones con necesidades muy diferentes.

¿Cómo deben ser, pues, hoy en día los profesionales que se necesitan para acompañar a las personas mayores y qué competencias profesionales deberán desarrollar?

Es obvio que sus necesidades competenciales serán también muy diferentes y requerirán una formación y capacitación adaptada a su nuevo rol en función de dos ejes: las necesidades de apoyo de las personas mayores y las competencias de los propios profesionales necesarias para desempeñar la nueva función que demanda la sociedad. Desde este punto de vista el perfil de los profesionales que trabajan con personas mayores es amplio, abarcando desde los que trabajan con personas que necesitan apoyos y cuidados de larga duración hasta los que acompañan a personas con gran autonomía y que participan en distintas actividades y organizaciones, ya sea en entidades que se dirigen específicamente al colectivo o en proyectos que abarcan un abanico de edad más amplio.

En primer lugar, nos encontramos con las personas mayores que tienen necesidad de grandes apoyos y de cuidados de larga duración. En estos entornos los profesionales deberán desarrollar las habilidades necesarias para prestar estos apoyos, así como competencias de autocuidado que les permitan realizar una buena gestión de su propia salud.

En segundo lugar, algunos y algunas profesionales trabajan en centros a los que acuden personas mayores con un alto grado de autonomía. En un escenario en el que se están incorporando nuevas generaciones de personas mayores con elementos diferenciadores en relación a las generaciones precedentes, es de vital importancia que los y las profesionales sean capaces de reconocer sus necesidades y de proponer una oferta amplia de servicios que tenga en cuenta sus demandas sin dejar de atender las actividades que ya se están realizando en la actualidad. Dicha visión requerirá de un desarrollo específico de competencias que permita dar una respuesta adecuada.

Por otra parte, más allá de los servicios y equipamientos definidos anteriormente, encontramos a un número muy considerable de personas mayores de 65 años aún en un tercer grupo, el de la participación en programas de voluntariado solidario o cultural. En el año 2018[i], la cobertura de los centros de mayores llegaba al 46% de las personas mayores, los servicios de atención residencial al 4,32% y los centros de día al 1,07%, mientras que, por otra parte, el voluntariado no para de crecer entre las personas mayores: según el barómetro del CIS del mes de octubre del año 2016, el 7,8% de la población mayor de 65 años afirma tener una participación activa en un grupo cultural o de ocio y otro 5,6% en organizaciones de apoyo social. Por otra parte, el 11% de las personas con edades comprendidas entre los 55 y los 64 años participa activamente en un grupo cultural y el 9,2% en entidades de apoyo social.

Algunos de estos programas de voluntariado se ofrecen en asociaciones culturales o en equipamientos educativos o deportivos, donde las personas mayores pueden realizar actividades que les gustan a la vez que conviven y comparten un proyecto común con otras generaciones. Estas organizaciones son una gran oportunidad para promover la cohesión social y la participación en la comunidad de todas las generaciones. Esta dimensión más comunitaria pasa también por la formación del profesional o la profesional que lidera dichos procesos en habilidades adaptadas a los nuevos perfiles: en concreto, estos profesionales deberán adquirir nuevas competencias que permitan generar espacios que promuevan unas relaciones satisfactorias y enriquecedoras para todos y todas y en las que se deben contemplar aspectos como el edadismo y los prejuicios sobre las otras generaciones (no solo para la generación de los y las mayores).

Por último, debemos entender también que no siempre el trabajo que se realiza en las organizaciones que acompañan a personas mayores es remunerado, por lo que es interesante incluir también en los programas formativos la capacitación del personal voluntario para poder ejercer mejor las tareas que se le encomienden.

Para la adquisición de todas estas aptitudes que permitan entender y atender las inquietudes de las personas mayores hoy en día, la formación será clave. Una buena capacitación que permita generar oportunidades de desarrollo de competencias será garantía de una mejora del ejercicio profesional y de satisfacción del trabajo desempeñado en el ámbito de la atención de las personas mayores, un nicho laboral en crecimiento. Pero por encima de todo, una formación específica y a medida podrá dar una adecuada respuesta a las nuevas necesidades y al nuevo rol, cada vez más activo, empoderado y consciente del colectivo en nuestra sociedad.

 

Marc Cadafalch

Coordinador de formación de la Fundación Pere Tarrés

[i] IMSERSO (2018): Servicios Sociales para personas mayores en España. https://www.imserso.es/InterPresent2/groups/imserso/documents/binario/datos_ssppmmesp2018.pdf