La ética de la estimulación cerebral profunda

Estimulación cerebral profunda para la enfermedad de Alzheimer: ¿pueden las personas con trastorno cognitivo estar de acuerdo con el tratamiento?

Ante los numerosos ensayos clínicos que se vienen realizando con la estimulación cerebral profunda como tratamiento para la enfermedad de Alzheimer, se plantean diversas cuestiones éticas acerca de su uso. El procedimiento implica una cirugía invasiva para implantar un dispositivo que luego estimula eléctricamente ciertas partes del cerebro.

La estimulación cerebral profunda ya se usa para tratar afecciones como la enfermedad de Parkinson, específicamente síntomas neurológicos como temblores. El procedimiento «bloquea la señal eléctrica de áreas específicas en el cerebro», como aquellas involucradas en el movimiento.

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Pero la enfermedad de Alzheimer es un tipo de demencia marcada por pérdida de memoria y confusión, por lo que expertos de la Universidad de Pensilvania sostienen que puede causar un dilema ético si la estimulación cerebral profunda se usa en esos pacientes en ensayos clínicos, particularmente cuando se trata del consentimiento informado , un proceso mediante el cual un paciente permite que un médico realice un tratamiento médico, al mismo tiempo que comprende las posibles consecuencias.

La revisión en el Journal of Alzheimer’s Disease recomienda «evaluación sólida y seguimiento regular de la toma de decisiones del sujeto». Esto se extendería a asegurar que las personas con Alzheimer comprendan el propósito de un ensayo clínico, durante el cual los «objetivos científicos tendrán prioridad» sobre los objetivos terapéuticos «.

Parece obvio que debería darse siempre la situación de que un experto que no esté participando en la investigación sea el responsable de evaluar la comprensión de los pacientes sobre el procedimiento de estimulación cerebral profunda y los riesgos asociados.

A medida que el número de personas afectadas por la enfermedad de Alzheimer continúa creciendo, junto con sus costos sustanciales para las personas, sus familias y la sociedad, se necesitan con urgencia nuevas terapias. Sin embargo, este entusiasmo debe ser atemperado por consideraciones éticas prudentes para ayudar a proteger mejor a los pacientes.