Ingerir un sensor para medir tus constantes vitales

El ritmo del corazón y la frecuencia de la respiración son dos de las constantes vitales básicas para evaluar el estado fisiológico de una persona. Por lo general, medirlas implica el uso de electrocardiogramas, oxímetros de pulso o diversos aparatos “ponibles” que requieren contacto con la piel del paciente, al que pueden molestar o dañar. Además, estos dispositivos alteran a veces al individuo y modifican sus constantes de forma engañosa

En la búsqueda de métodos menos invasivos, doctores y bioingenieros del MIT han desarrollado un sensor ingerible del tamaño de una píldora que mide esas constantes vitales y las transmite por vía inalámbrica. El dispositivo, que han desvelado en un trabajo publicado en la revista PLOS Onecalcula desde el tracto gastrointestinal el ritmo cardiaco y respiratorio a partir de las ondas de sonido producidas por los latidos y la inhalación y exhalación de los pulmones.

El aparato consta de un minúsculo micrófono envuelto en una cápsula de silicona, y elementos electrónicos que procesan el sonido y lo envían en forma de señales de radio a un receptor externo que no debe estar a más de 3 metros de distancia. Sus inventores han creado sistemas de procesamiento que permiten distinguir los sonidos producidos por el corazón y los pulmones de los del aparato digestivo y otras partes del organismo.

El sensor ha sido probado con éxito en cerdos y, según los investigadores, ofrece nuevas posibilidades a la telemedicina, la monitorización de los soldados en campaña, el entrenamiento de los deportistas, el seguimiento de enfermos crónicos y la atención urgente de pacientes que han sufrido traumas que dificultan una auscultación indolora.  

Giovanni Traverso y Albert Swiston, dos de los creadores del dispositivo, han confirmado a MIT News que planean diseñar nuevos sensores de este tipo que vigilen problemas respiratorios como el enfisema o el asma, o arritmias. En el caso de estas últimas, eso requiere que el paciente se ponga un monitor Holter que a menudo causa fallos en el diagnóstico, ya que la persona se siente muy incómoda llevándolo encima durante 24 horas.

Imagen: El sensor permanecerá en el tracto digestivo dos o tres días. Una monitorización prolongada implicaría ingerir nuevos dispositivos. Crédito: Albert Swiston/MIT Lincoln Laboratory.

Fuente: Muy Interesante