Longevidad y sexualidad en Brasil

El crecimiento de la población anciana es un fenómeno mundial y, en Brasil, estas modificaciones ocurren de manera repentina y bastante acelerada. Las proyecciones más conservadoras indican que en 2020 Brasil será el sexto país del mundo en cantidad de población anciana, con un contingente superior a 30 millones de personas según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2010).

Este relevante aumento de personas mayores exige la necesidad de políticas públicas que vengan a atender adecuadamente a las perspectivas de esta demanda. Como el Brasil no se proyecta adecuadamente para atender a las necesidades de esa población, el envejecimiento es tratado como un «problema» y no como una conquista, siendo las personas mayores consideradas como un cargo para la familia, para el Estado y para la sociedad.

Siendo el Estado en todos sus niveles el principal responsable de la implementación de medidas relacionadas con las cuestiones relacionadas con el proceso del envejecimiento y la persona de edad avanzada responsable de su bienestar, se vuelve relevante, principalmente en ese momento en que visualizamos un aumento expresivo de personas envejeciendo en la sociedad brasileña, que nuestras familias y nuestras personas mayores se apropien de concepciones más positivas sobre la vejez, deconstruyendo visiones distorsionadas y estereotipadas sobre esa fase del desarrollo humano, y también en lo que se refiere a la sexualidad de la persona mayor.

En ese contexto, se verifica una conducta paradójica de la sociedad brasileña: mientras la población envejece abruptamente, se observa una no aceptación de las prácticas amorosas y manifestaciones sexuales en personas ancianas. La cultura del pueblo brasileño influye para que la persona anciana tenga una percepción de valor activo de su sexualidad, porque las personas de más edad, siempre fueron imaginadas como seres asexuales, desprovistas de cualquier manifestación sexual (incluida la capacidad de seducir). Las vivencias de la sexualidad, afectividad e intimidad que están genuinamente imbricadas, son negadas en las sociedades occidentales, así que esos elementos fundamentales para una buena vida son renunciados o sustituidos por otros, contribuyendo para que la persona anciana no experimente la singularidad de esos sentimientos.

La sexualidad es entendida en los días actuales en un sentido amplio, que no sólo involucra el fisiológico, siendo comprendida como un elemento que da sentido y significado a la existencia humana. Corresponde a una función vital del ser humano, en la que inerven múltiples factores de orden biológico, psicológico, social y cultura. Por lo tanto, la sexualidad en la vejez, así como en las demás franjas etarias, no se refiere solamente a la práctica sexual en sí, sino al intercambio de afecto, cariño, compañerismo, complicidad, cuidados uno con el otro, seguridad y confort, por lo tanto la relación sexual entre personas ancianas está intrínsecamente ligada al proceso de intimidad que hay entre la pareja.

Difícilmente la intimidad y el sexo ocurren de forma separada, una se vuelve el complemento de la otra, principalmente a esa edad. Socialmente, se ha considerado la persona anciana como asexual, desprovista de deseos y de vida sexual, como si los años le trajeran una inapetencia en este aspecto vital del desarrollo humano. Sin embargo, se sabe que las vivencias sexuales son una realidad cotidiana para los ancianos, proporcionando satisfacción física y mental.

No existen razones fisiológicas que impidan a las personas mayores, en condiciones satisfactorias de salud, de presentar una vida sexual activa.

La sexualidad en la vejez puede ser vivenciada por los ancianos de las más diversas maneras, pero siempre sucede como una forma de expresión verdadera de cariño. El amor y el sexo pueden significar muchas cosas para las personas en el proceso de envejecimiento como: oportunidad de expresar afecto, admiración y amor por el otro; conocimiento de su propio cuerpo y sus limitaciones; una fuerte percepción de sí mismo; y el impacto que causan en otras personas.

Pero si la madurez trae el afecto, la pasión, el noviazgo, el amor, el sexo, la complicidad, el compañerismo, entre otros, la persona anciana podrá tener una satisfactoria vida afectiva. De esta forma, el anciano se permite tales vivencias se puede suponer que tendrá un envejecimiento positivo, por el contrario, de aquellos que solamente darán flujo a un santuario pasivo, o aún, a cualquier otro tipo de posicionamiento inmovilizador y negativo.

Ante esta realidad, se observa, por lo tanto, que en algunas sociedades el significado de la vejez está directamente ligado a una concepción negativa, donde la persona anciana es percibida literalmente, como un ser social estéril. Este negativismo cultural también refleja en la sexualidad de los longevos.

La dificultad de reconocer la sexualidad en la persona anciana se basa en varios factores valorativos originados en la interpretación sociocultural que refuerza el culto a cuerpos perfectos, esculpidos en gimnasios, al vigor físico ya la juventud. Por lo tanto, la sociedad dicta a las reglas, establece los límites de la sexualidad y demarca las condiciones y las aceptaciones que la práctica al culto joven y al consumo de nuevas imágenes e ideas provocan en discusiones acerca del envejecimiento cargadas de estereotipos y de segregación. Enfatizar la belleza física y usar el cuerpo para atraer al otro son prácticas comunes del ser humano. Este comportamiento ayudó en la construcción social de creencias, mitos y actitudes segregativas dirigidas a la vejez, ya que las construcciones sociales externalizan la concepción de que los ancianos son incapaces de usufructuar de las vivencias sexuales.

La falta de información sobre el proceso de envejecimiento y los cambios ocurridos en la sexualidad han ayudado en el mantenimiento de prejuicios y, por consiguiente, han traído muchos estancamientos de las actividades sexuales de las personas mayores. Este hecho, inevitablemente, acarrea perjuicios para la calidad de vida de la persona mayor. Por esta razón, es necesario desmitificar los aspectos relacionados con las vivencias sexuales de los ancianos, para que no desacrediten sus potenciales y capacidades, y acaben por adoptar una vida asexual. Aliado a esa concepción se entiende que la representación social es un recurso importante para vivir en sociedad, porque engloba explicaciones, ideas, creencias y manifestaciones culturales que caracterizan a un determinado grupo.

El concepto de calidad de vida está relacionado con la autoestima y el bienestar personal y abarca una serie de aspectos como la capacidad funcional, el nivel socioeconómico, el estado emocional, la interacción social, la actividad intelectual, el autocuidado, el soporte familiar, el propio estado de salud, los valores culturales, éticos y la religiosidad, el estilo de vida, la satisfacción con el empleo y / o con actividades diarias y el ambiente en el que se vive, de acuerdo con el autor, y, además, es un concepto subjetivo dependiente del nivel sociocultural, del grupo de edad y de las aspiraciones personales del individuo.

La literatura tras el concepto de calidad de vida y su subjetividad, con el propósito de orientar las políticas públicas hacia un envejecimiento exitoso, entendiendo que para la mayoría de los ancianos, está relacionado al bienestar, a la felicidad, a la realización personal, y sus relaciones amorosas, proporcionándole una gran calidad de vida en esa franja de edad. Si la cuestión de la afectividad y de la sexualidad está presente en todos los momentos de la vida, no será en el proceso del envejecimiento que estaría ausente. Sin embargo, se percibe que al investigar el proceso de envejecimiento, que el conocimiento actual anticuado respecto del mismo, en relación a algunos temas como el estudio del amor y de la sexualidad, carece de identidad, y está constituido por elementos de discursos teóricos y ideológicos fundamentados en legados heredados superados, muchas veces, oriundos de las ciencias sociales y de la medicina.

La generación actual de Tercera Edad, muchos no tuvieron orientación sexual o son fruto de una educación muy severa. Los padres de estos tenían por orientación sexual los conceptos y preconceptos represores, heredados de otra generación más represora todavía, y para muchos, el sexo era para ser practicado en la oscuridad con el propósito de que nacieran hijos. En la Tercera Edad no se deja de amar, pero se reinventan formas amorosas. Es de extrema importancia poder pensar que a partir del redescubrimiento del sexo y del amor, en fin, de su sexualidad, las personas de la Tercera Edad reconquista el lugar vital de hombre y mujer y no más el de «viejo», que tiene como futuro el futuro el fin de la vida. De nuevo, es en la relación con el otro que está a la importancia del redescubrimiento del deseo de vivir. Las fantasías sexuales, en forma de sueño, o sublimadas en expresiones artísticas, retomadas en la relación directa de noviazgo o en la relación con los familiares, nietos, bisnietos, amigos, se recolocan en la vida, independientemente de la edad o de la limitación física de la Tercera Edad.

Varios elementos se señalan como determinantes o indicadores de bienestar en la vejez como: longevidad; salud biológica; salud mental; la satisfacción; control cognitivo; competencia social; la productividad; la actividad; eficacia cognitiva; estado social; ingresos; continuidad de papeles familiares y ocupacionales, y continuidad de relaciones informales en grupos primarios (principalmente red de amigos). Si más allá de esos elementos arriba, aún la madurez trae el afecto, la pasión, el noviazgo, el amor, el sexo, la complicidad, el compañerismo, entre otros, el anciano puede estar seguro que, podrá tener una satisfactoria vida afectiva donde las posibilidades de la relación amorosa en esta etapa de la vida, a pesar de algunas veces ser difíciles, son más viables de lo que muchas personas se imaginan. La sexualidad en la vejez es simple y, al mismo tiempo, compleja, después de todo el cuerpo envejece, la anatomía y la fisiología sexual se sienten cambian, pero la capacidad de amar, de besar, de abrazar sigue intacta hasta el final de la vida. Una mirada y el compañerismo tienen mucho más significado que el acto sexual propiamente dicho. Es notorio que el número de ancianos ha crecido mucho en razón de su mayor longevidad y de un modo cada vez más sano, provocando muchos estudios acerca de ese contingente poblacional. Con un gran aumento del número de la población anciana, hay una mayor participación en grupos de tercera edad, lo que favorece el encuentro y la formación de nuevas parejas. Esta condición los lleva a disfrutar de nuevas emociones, haciendo aflorar su sexualidad.

Existen muchos mitos comunes y concepciones erróneas sobre sexo y envejecimiento, como pensar que el sexo no tiene importancia en la vejez, que los últimos años deberían ser asexuados, que es anormal a los ancianos tener interés por sexo y normal que los hombres mayores busquen mujeres jóvenes. Estos mitos perjudican, sobre todo, a las mujeres mayores, que a menudo al alcanzar la tercera edad ya se sienten incapaces de mantener una buena relación sexual. Es importante entender que entre la población anciana la libido no disminuye, pero hay reducción en la frecuencia de la actividad sexual. Además de estas alteraciones, muchos ancianos pueden hacer uso de medicamentos que deprimen la actividad sexual, como los antihipertensivos, antidepresivos, sedantes, tranquilizantes o hipnóticos. El aumento de los disturbios sexuales en esta etapa de la vida se debe, fisiológicamente, a la disminución en la producción hormonal, al desgaste de la condición social, a manifestaciones depresivas ya problemas en la relación conyugal. Estos cambios que ocurren en la vida sexual durante la maduración y el envejecimiento son en muchos aspectos positivos. Esto no quiere decir que la vida sexual de una persona mayor sea mejor que de una persona joven, pero significa que la vida sexual de este anciano es mejor en muchos aspectos que cuando era joven.

Esta mejora ocurre principalmente con las mujeres, pues las ancianas de hoy, que nacieron hace más de 60 años, fueron creadas en una cultura llena de tabúes y prohibiciones en lo concerniente a los asuntos de la sexualidad.

Muchas mujeres reprimidas sexualmente, con el paso de los años, en la medida en que ganan experiencias sexuales, más confianza en sí mismo y en el compañero, que pueden gozar de mayor placer en la relación sexual que cuando eran jóvenes. Las actividades sexuales, tienen una pluralidad de fines. Las gratificaciones que un individuo saca de sus actividades sexuales son de gran diversidad y de gran riqueza. Se observa que muchas veces la persona anciana desea la actividad sexual para remitirla a la juventud, ya momentos de extrema felicidad que poseyó en su pasado. Por el deseo él puede reavivar los colores de sus años pasados ​​y viriles. Pero ese deseo sólo se encuentra en ancianos que atribuyeron a lo largo de la vida un valor positivo a la actividad sexual. Las personas que repugnaban las actividades sexuales, utilizan la excusa de estar viejos para «poder» abandonar la vida sexual activa. El sexo y la sexualidad son experiencias placenteras, gratificantes y reconfortantes que realzan los años venideros, proporcionando un mayor bienestar individual. Los autores todavía hablan que el acto sexual es complejo, abarcando el cuerpo, la mente y las emociones. Abordan a los autores que las mujeres mayores a veces se preocupan por la apariencia física y temen la pérdida de su aspecto atractivo y joven. Algunas personas mayores deciden que son feas e indeseables y empiezan a odiar sus apariencias. Si el anciano se considera sin atractivos, acabará quedando así y probablemente dejará de aprovechar oportunidades, que podrían traer encuentros sociales y afectivos placenteros. Un programa de ejercicios puede mejorar la apariencia física y la vida sexual.

La vejez, al igual que la infancia, la juventud y la vida adulta se percibe como etapas de transformaciones, tanto en la dimensión física como biológica, emocional y sexual, donde la vivencia de cada uno se da de manera homogénea. En el caso de las mujeres, el número de personas que viven con el VIH / SIDA es mayor que el de las personas con discapacidad. esencial para que las personas que envejecen tengan una buena calidad de vida. Se observa que es de fundamental importancia la comprensión acerca de cómo esta demanda poblacional percibe y vivencia, teniendo en cuenta que las representaciones sociales influencian los comportamientos de una sociedad. A pesar de las imposiciones impuestas por la sociedad sobre la sexualidad de la persona mayor, donde desafortunadamente prevalece el entendimiento de que el interés sexual o amoroso es exclusivamente prerrogativa de los jóvenes, percibimos que los participantes hablaron de la constitución de su sexualidad sin limitaciones, demostrando que ven y tratan con la sexualidad con mucha naturalidad. Resaltaron que la actividad sexual permanece en la vejez, habiendo solamente una disminución de la frecuencia. Dejaron claro que esta no se resume sólo a la práctica sexual, relacionándose con cariño, complicidad, amor y compañerismo. Nuestra cultura persiste en creer en algunos mitos que pasan sobre la sexualidad de la persona anciana, entre ellos el mito de que todo anciano es asexual, que la mujer anciana disminuye el deseo sexual y en el hombre ocurre la disfunción eréctil. Las personas mayores señalan que el prejuicio prevalece más en las personas jóvenes que en los propios ancianos. En ese aspecto las personas ancianas entrevistadas afirmaron no haber tabú para ellos en cuanto a la sexualidad, pues entienden que esta fase de la vida es una continuidad, algo normal y natural , lo que buscan son sensaciones agradables de felicidad y de bienestar que la vida puede proporcionarles.

La sexualidad y el amor no tienen edad, estando presentes desde el nacimiento hasta la muerte y contribuyen a una mayor satisfacción con la vida en general.

Es fundamental que los profesionales de la salud colaboren para deconstruir esa concepción estigmatizante sobre la sexualidad de la persona que envejece, pues la sexualidad es una parte importante de la existencia humana en cualquier etapa de la vida. Cualquier edad es siempre tiempo de vivir, de expresar y de amar.

Autor: Francisco Fabricio Firmino de Oliveira, Psicologo especializado en población adulta mayor. 

Psicólogo de João Pessoa Centro Universitario – UNIPE en 2013. Especialista en Gestión de Personas y Psicología de las Organizaciones de UNIPE en 2015. Postgrado sobre el Envejecimiento – Geriatría Práctica en el Hospital Universitario de Coimbra-Portugal, en 2016. Postgrado en Gerontología por las Facultades Integradas de Patos – FIP, en 2016/2017. Maestría en Ciencias de la Salud por la Facultad UNICORP, en 2017/2018/2019.