Cuando la biología choca con la ideología

En 2012, el monasterio más importante de la Iglesia ortodoxa rusa publicó un libro de texto de biología para los alumnos de 16 y 17 años. Se llama Biología General, pero es un texto explícitamente creacionista que describe el papel de Dios en el mundo natural para contrarrestar generaciones de ateísmo oficial en los colegios rusos. El darwinismo, según este libro, ha resultado desastroso para el mundo y para los rusos en particular. Según el texto, es lo que ha provocado la adopción del materialismo, tanto en el sentido filosófico como en el consumista de la palabra. Es antitético a los valores rusos porque está inherentemente entrelazado con los estilos de vida despiadados de los capitalistas británicos del siglo XIX. Mientras el libro denigra la selección natural, alaba la idea de que las características adquiridas durante la vida de una persona puedan ser legadas a futuras generaciones. Para ello, alude a estudios epigenéticos sobre el efecto del entorno sobre la función de los genes de maneras que a veces son heredables.

El historiador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU) Loren Graham lleva décadas estudiando la ciencia rusa y asegura que Biología General refleja el reciente resurgimiento de apoyo para ideas anteriormente expuestas por Trofin Lysenko. Este biólogo ruso rechazó la genética convencional e intentó emplear características adquiridas para mejorar la agricultura. Lysenko retrasó la producción agrícola y las investigaciones genéticas de la Unión Soviética durante décadas. Entonces, ¿por qué intentaría nadie rehabilitar sus ideas? La política, básicamente. En su nuevo libro, El fantasma de Lysenko, Graham explica que Biología General es un recuerdo de «la creencia en la superioridad del colectivismo sobre el individualismo» en Rusia.

Su “biología-marxista”  para mejorar la producción agrícola, negaba toda evidencia de la ciencia y aunque cueste creerlo fue aplicada durante 35 años. No aceptaba las condiciones genéticas del organismo, y afirmaba que solo el ambiente modificaba sus características. El poder que alcanzó Lysenko fue tal, que logró eliminar a sus competidores. Cualquier científico, por muy respetado, objetivo y honrado que fuera, era apartado de su trabajo si contradecía al “genio” de la agricultura.

Por supuesto que una jirafa que tiene que estirarse para llegar a su comida no produciría crías con cuellos más largos. Ni tampoco tendría un perro con el rabo amputado unas crías sin rabo. Era sólo un ejemplo más de las cosas ridículas en las que creían los evolucionistas, unas creencias que pueden resultar profundamente peligrosas. ¿Cómo de peligrosas? Pues, todos sabemos que el darwinismo llevó a la gente a rechazar a Dios, a abandonar la responsabilidad personal y a hacerse paladines del comunismo colectivista en Rusia.

Las formas en que la política, la religión, las normas culturales y las ideologías de todo tipo distorsionan la ciencia está en el corazón del fantasma de Lysenko. Esas ideologías pueden alterar nuestra interpretación de los hechos y dar nueva forma a nuestra comprensión de los fenómenos naturales. Ellos tienen el poder de cambiar los significados de las palabras, incluso los términos científicos.

Fuente: MIT Technology Review

Imagen: Cristiana Couceiro