agradable-comic

Y un día tus padres se mueren

Nivel de "enganche"
9
Estructura lógica
9.7
Divulgación
9.1
Atractivo visual
9
Nota de lectores3 Votos
9.8
Muchas emociones
Muy cercano
9.2
Yumm

Cuando una novela gráfica no solo es considerada la mejor del año sino que, trascendiendo los límites del género, resulta finalista del National Book Award y es alabada por el New York Times como uno de los mejores libros de 2014, es que algo debe tener.

Si además lo recomienda encarecidamente, desde su artículo semanal, gente de confianza como Manuel Rodríguez Rivero, no hace falta ser un gran aficionado al cómic para interesarse por el texto que ha concitado tal unanimidad.

Roz Chast dibuja con humor, pero sin miramientos, la decrepitud de los progenitores ancianos

Se trata de ‘¿Podemos hablar de algo más agradable?’, la primera novela gráfica de la dibujante e ilustradora Roz Chast (Nueva York, 1954), un relato autobiográfico centrado en la vejez y muerte de sus padres. Ellos son los que plantean la pregunta evasiva del título cada vez que su hija olvida que los temas de la decadencia y la muerte les incomodan, son tabú. Pero no lo son para ella, que no duda en abordarlos con humanidad y sensibilidad aunque sin esconder los detalles escabrosos, invitando al lector a afrontarlos desde la ligereza y el consuelo que puedan aportar sus cómicas viñetas.

Podemos-hablar-de-algo-más-agradableEse posible lector puede identificarse tanto con el adulto que cuida de sus progenitores como con el anciano que será y al que atenderán sus propios hijos. Quien ya esté en la situación del primero reconocerá los múltiples conflictos a los que se enfrenta la protagonista, algunos derivados del empecinamiento y la tozudez que tantas veces acompaña a la senectud, y que puede conducir, como aquí, a accidentes domésticos. Otros tendrán que ver con la hospitalización consecuente y con la mezquindad de las compañías de seguros y el sistema sanitario americanos.

Chast se remonta a sus abuelos, emigrantes rusos judíos, para tomar perspectiva, pero deja al margen a su propia descendencia y a su pareja para centrarse en su papel de hija. Un rol en el que no consigue eludir el sentimiento de culpa ante las preocupaciones económicas o las decisiones encaminadas a procurarles la seguridad de una residencia apropiada. Y siempre con la sinceridad y la honestidad de una confesión, cuyas aristas suavizan las entrañables caricaturas y la ironía constante.

Porque no deja de ser divertida la descripción, incluyendo fotografías, de la ingente cantidad de objetos acumulados durante toda una vida en una casa que la hija debe vaciar a la marcha de sus padres. Una situación tan traumática que le lleva a cuestionarse los hábitos de consumo que la provocan, y a empezar a ver sus propias pertenencias como molestos desechos para sus hijos en un futuro. Pero la expresividad de las caricaturas y el trazo espontáneo también están al servicio de momentos más livianos como los que muestran las incapacidades domésticas y manías del padre, o las ocurrencias seniles de la madre.

Un libro, pues, sobre la fortaleza de los vínculos entre padres e hijos, y sobre los sentimientos que provoca la proximidad de la pérdida. Sin dramatismos ni grandes palabras, sino deteniéndose en los detalles más cotidianos y a veces prosaicos con una minuciosidad fruto de la experiencia que la autora quiere compartir. A destacar la impecable edición de Reservoir Books.

Podemos hablar de algo más agradable