Reencontrarse con el pueblo, y con las abuelas y abuelos

Este verano somos muchos los que aprovechamos para volver a nuestros lugares de origen y pasar unos días en familia. Y es que no hay mejor forma de cargar pilas.

La vida moderna nos ha impuesto un estilo de vida en el que las prisas y las interminables ocupaciones nos impiden disfrutar de experiencias que tenemos al alcance de la mano.

Volver a nuestros pueblos de origen – o de nuestros padres – conlleva una ruptura radical con la rutina. No tenemos horarios más allá de los de la comida, seguramente podamos gozar de la naturaleza y la comida casera, y disfrutemos del tiempo con los demás.

Muchos de nosotros, al volver a nuestros lugares de origen, nos reencontramos con la familia. Y, dentro de ella, con los abuelos y abuelas.

Compartir tiempo y experiencias con nuestros abuelos – o personas mayores, en general – supone todo un proceso de aprendizaje en el que ganamos todos, ellos y nosotros. Esto es a lo que los teóricos llaman relaciones intergeneracionales.

Las vacaciones constituyen una oportunidad única para retomar estas relaciones entre generaciones. Y es que las personas mayores, sean sabias o no, cuentan con grandes experiencias y aprendizajes adquiridos a lo largo de su vida. Seguro que nos pueden enseñar tradiciones culturales – como leyendas y preciosas historias que van de boca en boca -, destrezas – como calcetar, montar a caballo o cocinar una estupenda receta-, y nos pueden aportar su perspectiva de la realidad- la de alguien experimentado en la vida.

Pero no sólo eso, sino que los jóvenes también podemos enseñarles muchas cosas a nuestros abuelos y abuelas. Nuestras vidas han sido muy diferentes a las suyas, lo que constituye una gran riqueza de aprendizajes y conocimientos que les podemos transmitir. No son pocas las personas mayores que hoy en día aprenden a utilizar el ordenador gracias a sus nietos, por ejemplo.

Estas relaciones intergeneracionales tienen toda unas serie de beneficios, tanto para mayores como para jóvenes, a diferentes niveles.

A nivel cognitivo, contribuyen a fortalecer los procesos como el lenguaje, la memoria o las habilidades de planificación. A nivel emocional, las relaciones intergeneracionales fortalecen la autoestima y la identidad de ambas partes – mediante su reconocimiento como personas que pueden aportar valor. A nivel social, contribuyen a fomentar el bienestar y a combatir lacras presentes en nuestra sociedad como la soledad de las personas mayores.

Respecto a esto último, las relaciones intergeneracionales tienen un potente impacto en la reducción de la soledad de las personas mayores. Se trata de una problemática actual que afecta a parte de este colectivo, motivada en ocasiones por falsas creencias de que las personas mayores no tienen nada que aportar.

Y es que además de los beneficios para las personas implicadas, las relaciones intergeneracionales contribuyen a reducir el edadismo (discriminación por edad) y a combatir los estereotipos hacia las personas mayores. Suponen una forma de dar valor a las personas mayores y reconocer sus aportaciones a la sociedad.

No por el simple hecho de ser mayores se convierten en personas especiales, pero muchas personas mayores tienen mucho que aportar, partiendo solamente de las muchas experiencias vividas y conocimiento acumulado a lo largo de su vida.

Por eso, si este verano visitas tu pueblo, a tu familia, acuérdate de los abuelos y abuelas. Todos ellos tienen mucho que aportar, a los jóvenes y a la sociedad en general. ¡Lo mejor del pueblo, los abuelos!

Lucía Pardo – Psicogerontóloga – Blog Sumando Canas