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Lo que sucedió entre Lorca y Águilas

El propósito de esta historia no es generar un viral que recorra las redes; no está hecha para ser leída ligeramente en Facebook o Instagram. Ésta es una historia real, con dueños, con tragedia, con aprendizaje, con moraleja y con superación.

En la década de los 30, mi bisabuelo Eusebio era el maquinista del tren que hacía la ruta Lorca Águilas. En uno de los viajes el tren sufrió los bombardeos del cuento enfrentamiento que en aquel momento carcomía todo el país. Debido al miedo, Eusebio se infartó; no obstante, con la fuerza que le quedaba y movido seguramente por un estricto sentido del deber, logró completar el trayecto hasta Águilas. Con su sacrificio, evitó una gran tragedia.

A pesar de su delicado estado de salud, logró ocultarse en una de las cuevas de la playa, junto con su mujer Isabel y sus hijas pequeñas. Allí vivió, moribundo, durante un puñado de días, y aunque su familia hizo lo que pudo con lo poco que tenía, finalmente murió.

Esta historia ocurrió durante la Guerra Civil, pero no quiero que sea sobre la Guerra Civil. No quiero que salgan a relucir bandos e ideologías: la memoria de mi bisabuelo no se lo merece. Esta es la historia de un hombre que salvó un tren, de una mujer que vió morir a su marido, y de dos niñas que salieron fortalecidas de por vida.

No es humor, «es poca cosa»

Isabel, Juana y Dolores (ésta última mi abuela), marcharon a Madrid, en donde vivieron muchas más penurias. Algo normal por aquel entonces, algo ilógico siempre.

Con el paso de los años, con sus cicatrices internas a cuestas, mi abuela fue la matriarca de todos nosotros. Una mujer fuerte, sabia, y resiliente, que había presenciado con muy pocos años cómo su padre fallecía en una mísera cueva.

Las personas mayores (que no “nuestros mayores”, no les humillemos con ese término tras todo lo que han presenciado y han construido) son parte del futuro. Encierran la historia de nuestro presente. Son filosofía de vida, y son maestros en resiliencia.

Te quiero, Mama Lola. Un abrazo grande de mi parte para ti, y para Eusebio, Mamá Sabel y la Tita Juanela. Muchas gracias por vuestra lección de vida.

(A día de hoy, en el paseo marítimo de Águilas se puede admirar una locomotora como la que conducía mi bisabuelo).

Fernando Fernández-Gil Domingo – Presidente de la Asociación Proyecto los Argonautas

Se abre el telón, y aparecen Los Argonautas