Me llamo Rosa y soy rubia

Ahhhh!!! Y no tengo ningún master. En realidad ese no es mi nombre ni mi color de pelo, pero desde muy jovencita quería llamarme así y que ese fuese mi aspecto. Pero no me atreví. Han tenido que pasar muchos años y mucha vida para poder ser quien quiero ser. Si, para atreverme a ser yo misma.

Cuando voy de compras con mi hija y veo unas deportivas bastante atrevidas que me gustan, mi hija me dice, ¿mamá, de verdad vas a ser capaz de ponerte eso? ¡Quien te ha visto y quien te ve!

Pero aún así, me miro al espejo y me gusta la imagen que me devuelve. Con algunas arrugas y kilitos de más, pero he aprendido a aceptarme y a quererme y, la verdad, esta sensación de ser la persona que he construido poco a poco, con alegrías y con dolor (como todo el mundo), se acerca bastante a alguien que me gusta.

Muchas veces pienso que he tenido dos vidas, y estoy viviendo la segunda sin mirar demasiado la primera, sobre todo sin regodearme en los malos ratos que pasé. Con demasiados complejos en la infancia, sin mucha alegría en mi juventud, y sin demasiado de nada, excepto decepción, en mi matrimonio.

Cuando plancho, algo que me gusta y me relaja, me vienen a la memoria episodios de mi vida agradables, e incluso divertidos, hasta de amoríos sin muchas consecuencias pero que estuvieron bien, y de los muchos viajes que he hecho con mis hijos y que me han dado los mejores momentos y recuerdos de mi vida. Siempre pone una sonrisa en mi rostro la imagen de los tres desayunando en un crucero, viendo el mar, mientras nos tomábamos una gran fuente de fruta peladita y un montón de bollos. Y luego íbamos a ver las tiendas y comprar todo lo que daba de si mi Visa, y luego a la playa…. No siento nostalgia sino una gran alegría de haber tenido el privilegio de vivirlo.

Hace años, cuando estaba en uno de los momentos mas tristes de mi vida, y cuando pensaba que poco bueno quedaba por pasarme, fui a echarme las cartas. La vidente me dijo que había llorado mucho pero que iba a reir, a bailar, y a disfrutar. Obviamente, no la creí. 

Pero si, ¡acertó! Y ha sido porque me niego a ser una víctima de nada, a ser mas desgraciada que nadie y he aprendido a disfrutar de los pequeños momentos que la vida y el día a día nos ofrece a todos. 

Conchita Hernández Santamaría