Cuidades Amigables: la perspectiva de las personas mayores y su participación

Por qué este proyecto es tan importante para las personas mayores:

Porque se dirige a todos los ayuntamientos interesados en promover el envejecimiento activo, mejorando sus entornos y servicios. ¿Y qué ayuntamiento no está interesado en ello? Sabemos que el porcentaje de personas mayores crece año a año en todo el mundo, con diferente ritmo, pero de forma constante. Hemos oído en numerosas ocasiones estas cifras y las proyecciones cuantitativas que se anuncian para el futuro. Actualmente en nuestro país, las personas mayores de 65 años somos 8,4 millones, lo que supone casi el 18% de la población. Para 2050 seremos casi el 32%. Es por tanto, evidente, la necesidad de disponer de entornos y servicios diseñados y mejorados para optimizar la calidad de vida de todas las personas y, especialmente, de las personas mayores.

Porque este proyecto pretende incorporar la perspectiva del envejecimiento poblacional en la planificación de todas las áreas de actuación municipal. No se trata tanto de «hacer» como de «pensar» en otra clave, y desde ese pensamiento, diseñar y planificar en todos los ámbitos municipales. Al igual que ocurre con la accesibilidad, planificar y diseñar los entornos y servicios desde la perspectiva de las necesidades de las personas mayores redundará en beneficio de toda la población, no sólo de los mayores.

Porque este proyecto ofrece una metodología innovadora de investigación y acción que incluye la PARTICIPACIÓN ACTIVA de las personas mayores, teniendo en cuenta sus necesidades, percepciones y opiniones a lo largo de todo el proceso. No se trata de «hacer para» si no de «hacer con».

¿Qué pensamos las personas mayores sobre lo que es una ciudad o comunidad amigable con nosotras?

Destacamos el término «amigable», porque la amistad es quizás la forma de amor más profunda e incondicional que existe. Ser «amigable» con el envejecimiento significa ser empático, hasta «cómplice» con nuestra realidad, nuestras debilidades y también nuestras potencialidades. Definir una ciudad como «amiga» de las personas mayores dice mucho y muy bueno: significa que en nuestro entorno, para los demás con quienes compartimos espacios comunes, somos amigos y amigas, por lo tanto no sólo recibimos… también damos, aportamos, construímos… y somos valorados.

Si son «amigables», las políticas, los servicios y las estructuras relacionadas con el entorno físico y social de la ciudad se diseñan y reorganizan para apoyar y permitir a las personas mayores un envejecimiento activo; es decir, vivir de manera digna, disfrutar de una buena salud y continuar participando en la sociedad de manera plena y valorada.

En definitiva, una ciudad amigable con las personas mayores:

+ Nos reconoce nuestra diversidad, sin caer en tópicos ni homogeneizaciones.

+ Promueve nuestra inclusión y alienta nuestra participación activa en todas las áreas de la vida de la comunidad.

+ Respeta nuestras decisiones y opciones de forma de vida.

+ Anticipa y responde de manera flexible a las necesidades y a las preferencias relacionadas con esta «etapa» de la vida, que es el envejecimiento.

+ Implicación de las organizaciones en la difusión del proyecto

Un reto de futuro

Una de las cuestiones en las que desde UDP más intentamos insistir es que en nuestros entornos sociales las personas mayores NO SOMOS ISLAS, no vivimos alejados de los demás, no vivimos en barrios ni espacios diferentes. Por el contrario, compartimos con todos y todas nuestro ámbito de vida y, con ello, muchas necesidades. También padecemos junto al resto de la población los problemas… a la vez que queremos participar con los demás en la búsqueda de soluciones a los mismos.

Si nos detenemos a pensar, son más los ámbitos que compartimos con los demás que los que nos son más exclusivos o específicos. Pensemos en el urbanismo, la sanidad, la convivencia social, la información, la cultura, el ocio, etc.

Por ello no queremos ser tratados ni como seres pasivos o meramente receptivos, ni como colectivo «especializado». Estamos habituados a dividir y segmentar (diríamos especializar) a la sociedad: infancia, juventud, mujer… Pero, aunque entendemos la «utilidad» funcional de estos términos, apostamos por la integración, por una dimensión global, integradora y no disgregadora. En nuestra sociedad, en nuestros núcleos de convivencia social, somos vasos comunicantes, no jarrones aislados.
Llegar a ser una ciudad o comunidad amigable con las personas mayores supone un reto de futuro, que implica una gran transformación social, no sólo de espacios y servicios, si no también de perspectiva, de mentalidad.

Diseñar espacios y servicios amigables supone un concepto innovador de la convivencia social que tiene que ver con el carácter integrador, no disgregador: se trata de pasar de una sociedad competitiva a una sociedad colaborativa. Porque colaborar significa poner siempre como meta el bien común.

Plantear –diseñar- entornos y servicios basados en el bien común significa contar con las necesidades de todos y todas… también con las de las personas mayores. Para estas puede ser un ejercicio de demanda de derechos pero también de asunción de responsabilidades. Una oportunidad de tomar la iniciativa, ofreciendo colaboración y cooperación, y haciendo de transmisores de las demandas y propuestas de los mayores en un municipio o comunidad.

Ser ciudades y comunidades amigables es un reto de futuro. Ello supone afrontar los problemas y deficiencias presentes desde una perspectiva a largo plazo, de diseño de escenarios de futuro. Vivimos unos momentos de evolución social muy rápida. La actual crisis a la que nos estamos enfrentando ha puesto sobre la mesa la caducidad de modelos que hasta ahora primaban, y que tenemos que ir cambiando, teniendo en cuenta factores nuevos y determinantes: cambios demográficos, tecnológicos, económicos, energéticos y climáticos.

Ello supone un ejercicio de responsabilidad y generosidad de todos: ciudadanos, empresas y administraciones. Iniciar -y culminar en un futuro de forma exitosa- esta “transición” de modelos implica traspasar los límites temporales de nosotros mismos y pensar en las siguientes generaciones, para las que quedará lo que ahora hagamos.

Y es en este punto donde las personas mayores podemos colaborar y hacer un valioso aporte que, de hecho, ya estamos haciendo, con solidaridad intergeneracional. Pensar, pues, y actuar con la perspectiva puesta en nuestros hijos e hijas, en nuestros nietos y nietas.

Implicación de las organizaciones de mayores en la difusión del proyecto

Es muy importante la implicación de las organizaciones de mayores, especialmente de ámbito local y regional, dando a conocer este proyecto en nuestro territorio, a nuestros ayuntamientos, instándoles a participar y adherirse a la Red para llevar a cabo el Proyecto de la OMS en nuestro municipio.

Y en los municipios que ya se han adherido a la Red y van a desarrollar el proyecto, las organizaciones de mayores podemos y debemos fomentar y facilitar la participación de personas mayores en los Grupos Focales, grupos de consulta y debate para conocer la opinión, demandas y propuestas de la población mayor de ese municipio y hacer un seguimiento del desarrollo del proyecto.

Somos conscientes de que la participación activa de las asociaciones en el proyecto de la OMS es importante y valiosa.

PACA TRICIO

DIRECTORA GERENTE DE UNIÓN DEMOCRÁTICA DE PENSIONISTAS Y JUBILADOS DE ESPAÑA (UDP)

Más info:  ciudadesamigables@imserso.es

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