Las Flores de la Memoria

Memoria e historias

Si no supieras lo que hiciste ayer, ¿seguirías siendo tú? ¿Y la última semana? ¿Y los últimos años?

Muchas personas mayores, se enfrentan a ese conflicto en la última etapa de su vida debido al alzheimer. El alzheimer es una enfermedad degenerativa que nos plantea muchas preguntas y pocas respuestas. Hoy nos centramos en una: ¿cómo se puede hablar del alzheimer a través de la literatura? Para eso nace este proyecto de crowdfunding (https://vkm.is/avante) Las flores de la memoria.

Para tejer puentes de entendimiento, afecto y empatía con nuestros mayores una novela y cuento ilustrado que preservan la memoria de la abuela contra el olvido del alzheimer

Una abuela y un nieto que llevan un año sin verse. La abuela no lo sabe, todos los días espera que aparezca  su nieto en el salón de su casa con un café, unos churros y una carta que les permita seguir reconociéndose. Hace tiempo de que se dio cuenta que mientras que él sumaba experiencias ella las iba perdiendo. Tiene alzheimer.

Ahora su nieto, Jorge AvAnte, quiere rendirle un homenaje a su abuela el día de su 90 cumpleaños, el próximo 31 de julio. Un homenaje que se construye a partir del relato íntimo que acompaña varios tiempos que vivieron la abuela y el nieto,  desde la cotidianidad dela vida y el nieto. Una experiencia de migración interior. Una migración entre la vigilia y el sueño, la fantasía y la realidad, entre la salud y la enfermedad. Una migración donde sembrar amor y cosechar memoria.

El proyecto se compone  de una novela (¿Qué cantaremos mañana?) y un cuento ilustrado (La danza del colibrí) para adaptar el mensaje y la experiencia a todos los públicos.

Concepción Brioso Carranza, la abuela de Jorge

Concepción Brioso Carranza, Conchita para sus amigos, la abuela Concha para su familia, vive asomada a un balcón con vistas a la plaza de Quintana de Madrid, muy cerca de donde nació casi hace 90 años (31 de julio 1930).

Madrileña en su origen, cuando era sólo una niña se vio obligada a migrar a causa de la guerra civil, como muchos otros españoles. Migró de Madrid, a Logrosán  y de Logrosán a Huelva, donde creció y sintió Andalucía haciéndola propia entre el baile y las canciones.

En uno de esos bailes, en Algeciras, conoció a Don Manuel, más Manolo que Manuel pero sin quitar el Don. Un joven trabajador de tabacalera que soñaba con sacar su plaza en Madrid, y nada más ver a la abuela, con compartir su sueño con ella.

Concepción Brioso Carranza

Fueron cinco años de relación por carta, hasta que se convirtieron en 60 años de matrimonio en Madrid, con tres hijos y tres hijas.  Después de esos años su marido falleció y la abuela lo extraña día a día, maldiciéndose por romper las cartas de su juventud con Manolo. Hace unos años, empezaban a bailarle las fechas los nombres y los lugares, después de su marido fueron muriendo sus hermanos y hoy poco apoco va perdiendo su memoria por el alzheimer.

Sigue cantando cuando oye un ritmo del sur y entonando alguna canción si le introduces la letra. Sigue asomada a su balcón de la plaza de Quintana, que tantas veces ha paseado, saludando a los vecinos.

Hoy, antes del coronavirus, volvía a pasearla agarrada  con fuerza del brazo de uno de sus hijos o nietos, compartiendo cachitos fragmentos y latidos de una memoria que se resiste a perderse.

¿Quién es Jorge AvAnte?

Me llamo Jorge Ávila Antelo, pero mi nombre artístico es Jorge AvAnte, en un intento en el que mi padre y mi madre me acompañen a todos los lugares por donde camino. Hace ya algún tiempo que vio la luz mi último trabajo literario y es momento de volver.

Todo ha cambiado desde entonces y también he cambiado yo. La poesía me llevo a caminar por muchos pueblos de México, Guatemala, El Salvador, EEUU y por supuesto de España, abriéndome a otros caminos como los malabares, la antropología, el teatro y sobre todo la narración oral, el cuentacuentos, depositando el centro de mi energía en la palabra escrita. Conectándome e inspirándome con creadores de todos esos lugares y las más diversas disciplinas.

He vivido haciendo malabares de fuego en lo semáforos o contando cuentos en las plazas de Aguascalientes, investigando los textiles de los Altos de Chiapas, dando clases en una preparatoria de Mérida, dando talleres de teatro en institutos y universidades, haciendo recitales y narración oral en plazas, bares, centros culturales, universidades y todo tipo de lugares.

Hasta llegar hasta donde estoy hoy, en Bioko, una isla hermosa del golfo de Guinea, donde trabajo como maestro de un niños y jóvenes increíbles.