Memorias de un Surfo Viejo

La juventud en el surf es la edad de la fuerza, de romper barreras, arriesgar la vida en el mar, es jugarse el todo por el todo. Cuando se corren las grandes olas, y se logran las hazañas de las que se deriva el respeto de los demás en este deporte. 

De esa época recuerdo que después de las grandes olas, venía la calma, junto con otros surfistas nos íbamos a los pueblos de la montaña, huyendo del calor tropical, nos sentábamos en las plazas “a estar”.  Con esa paz profunda de haber logrado grandes hazañas, la vista, el alma y el corazón, captaban cosas vetadas de otra manera.  El cuerpo cansado y golpeado descansa, y el alma se engrandece, en ese estado era un placer observarlo todo:  casas, árboles, personas y lo que hacen, paisajes y las cosas más sencillas.   Se aprecian de manera distinta colores, helados, comida, texturas, todo.

«Las asociaciones de mujeres han sido de gran apoyo, con el ánimo de fortalecer y mejorar las condiciones de vida de las mujeres rurales en su diversidad»

Recuerdo esos días que no había olas, caminar descalzo con los pies curtidos sobre la arena ardiendo, o sobre las piedras afiladas, como todo un costeño, con la seguridad que da tener la fuerza y la dureza que se requieren para meterse en esas olas tremendas en forma cotidiana, con el orgullo de saber que muy pocas personas en el mundo lo pueden hacer.

Me recuerdo caminando por la playa con mi mujer al lado: descalza, con su vestido costeño, su sombrero de paja y la piel quemada por el sol, acompañados de amigos surfistas, completamente metidos en un mundo mágico, sin ningún interés en el futuro, porque todo es un presente tan grande y tan intenso en el que el mañana no cabe.

En la tercera edad el surf es muy distinto: es valorar todo, medir todo, actuar con un piloto automático cargado de experiencia. Desde que entras al mar, los ojos ven, y observan mil cosas que los ojos jóvenes no miran. Aunque ya no tengas agudeza en la vista, el mar te habla y te cuenta secretos. Todos los movimientos del surfista viejo son medidos, expertos, sabios.  La colocación en el mar y la selección de olas es impecable, hay tranquilidad, aplomo, cortesía para los demás, no hay urgencia ni necesidad de robarle una ola a nadie.  Corres la ola con menos facultades, pero con gran maestría.

Al salir nos invade el sentimiento de que a nuestra edad somos unos verdaderos afortunados por estar en ese sitio, corriendo esas olas bravas.  Nos lo dicen los otros surfistas que son jóvenes y nos conocen, con ello aumenta ese sentimiento de profundo bienestar, de ser privilegiados, de haber tenido mucha suerte en la vida, de haber hecho las cosas bien: de ser héroes.  

Los viejos somos los Gran Kahunas del surf (Grandes Jefes en Hawaiiano). Hawái es cuna del surf, hay una gran cultura de consideración y cariño hacia los mayores en el deporte.  Afortunadamente México sigue esta tradición, en este deporte los “RUCOS”, como nos llaman, gozamos de gran estima y somos muy respetados. 

Sealtiel Alatriste Sanginés

El surfo más ruco de México 

Documental cinematográfico – «Older Than Ireland»