María Fux – La vida es movimiento a través de la Danzaterapia

¡Qué afortunados somos! La comunidad que estamos creando nos regala sus tesoros. Un regalo superlativo que nos ha enamorado y descubierto a una señora maravillosa. En esta charla TEDxRioDeLa Plata, María Fux, la creadora de la Danzaterapia, a sus 92 años de edad, muestra la relación de la música con nuestros cuerpos y sus movimientos.

Para los que como nosotros, no la conocierais, María Fux es bailarina y coreógrafa, desarrolló un estilo propio de “Danzaterapia”, una metodología para la recuperación del equilibrio psicofísico y la expresión de personas con cualquier tipo de discapacidad.

Nació en 1922 y comenzó a bailar desde la niñez, aún hoy lo sigue haciendo. Tomó clases de danza clásica, actuó en diferentes espectáculos y fue convocada por los directores del Teatro Colón como bailarina solista en 1954 y 1960. Sus giras artísticas y pedagógicas la llevaron a viajar por gran cantidad de ciudades alrededor del mundo.

En sus Centros Creativos de Buenos Aires, Italia y España secapacitan docentes de distintas disciplinas para trabajar a través de la Danzaterapia con personas con Síndrome de Down, sordos o no videntes, sin límite de edad.

Después de su primer libro «Danza, una experiencia de vida» ha publicado otros seis libros referidos a la Danzaterapia. Ha recibido distinciones que reconocen su trayectoria y aporte a la cultura, como la Medalla del Bicentenario y el premio otorgado por el Fondo Nacional de las Artes en 2011.

Esperamos que os haya enamorado tanto como a nosotros. Su mirada limpia, su entrañable acento o su grácil gestualidad deben ser patrimonio de todos. Gracias a la Vida por darnos tanto, por iluminarnos tanto y porque existan seres como María. ¡Dios la bendiga!

Como conviene saber más sobre su historia y su propuesta, aquí os dejamos más información. Ella misma nos la cuenta:

Soy una artista que, a través de un trabajo creativo, ha encontrado un método que logra cambios en la gente, mediante el movimiento. Lo único que hago es estimular las potencialidades que todos tienen. Yo nunca hablo de curar, sino de cambiar. Y cualquiera sea el tipo o gravedad de un problema, siempre habrá algo que se pueda modificar, aunque es preciso aclarar que el solo movimiento no hace que uno cambie, así como no todas las personas están necesariamente predispuestas a un cambio (en su cuerpo, en su sentir, en su vida) . Es un método de trabajo creado a través de mi labor de artista.

A través del movimiento se generan cambios que no son sólo físicos, sino que involucran activamente a nuestro cuerpo interno, muchas veces aislado, ignorado, con miedos o problemas tanto sensoriales como psíquicos. A través de los estímulos que doy se mueven y cambian los «no» del cuerpo, convirtiéndose en sucesivos «sí», en «esto que estoy haciendo me pertenece». Simplemente estimulo las áreas dormidas, que no acuden únicamente a través de formas auditivas, sino que todo el cuerpo es el protagonista.

Cuando bailamos expresamos no sólo la belleza, sino también los miedos, la rabia, la angustia, el dolor. Cada uno de esos estados son personajes que viven dentro nuestro y que pugnan por salir con la misma intensidad con que nos resistimos, muchas veces, a dejarlos aflorar o, tal vez, reconocerlos como propios. Y es a través de la danza, más que de la palabra, que logran encontrar esa salida.»

No danzamos para gustar, sino para ser nosotros mismos, para poder crear, expresarnos y entregar a los demás, desde el principio y para siempre.

Trabajo mucho en el reconocimiento del propio cuerpo, en la alegría de la aceptación y en la posibilidad de expresión.

En mi trabajo apunto mucho la mirada al espejo interior. Cuando un estímulo logra sacar al alumno del espejo externo y encontrar una motivación que lo ayude a crecer, entonces cambia la propia imagen de un modo que abarca mucho más que la mirada hacia la aceptación.

Sabemos y aceptamos que el cuerpo ideal no existe, y nos vinculamos con el cuerpo expresivo, generoso, que cambia con el tiempo y con las emociones, que busca, que siente. Ese es el que nosotros trabajamos, aceptando los cambios del cuerpo físico, incorporando los límites, porque a medida que pasa el tiempo el cuerpo gana y pierde, reconociendo sus miedos y aceptándolos, siempre pensando que el apoyo está en un proceso de encuentro con el mundo interno, donde el movimiento tomado así produce cambio y alegría permanente. No apunto a los efectos inmediatos, porque éstos no brindan, en general, un bienestar duradero. Todas las disciplinas corporales o gimnásticas que se valoran por los resultados físicos medibles e instantáneos no van más allá del momento, no llegan a la profundidad de una transformación y aceptación real, y su efecto (frecuentemente relacionado con la moda o la apariencia física externa) desaparece de inmediato, no pudiendo sostenerse a lo largo de toda la vida. No hay una valoración de la persona en su totalidad ni en su unicidad (su ser único), sino un molde que funciona como modelo a seguir, por imposición externa, aún a fuerza de quirófano, anabólicos o hábitos que conducen a la anorexia. Sin ir a los extremos de la negación del propio cuerpo, lo que quiero significar con esto es que el verdadero bienestar es una victoria que se conserva a lo largo de la vida y, por lo general, se hace contagiosa hacia nuestro cuerpo, hacia nuestro ánimo y también hacia los demás. , logrando cambios.

Lo que incluyo en mis clases tiene relación directa con las posibilidades de todos, es como un gran factor común que tomo, incluyendo todo aquello que sí pueden hacer los alumnos, cualquiera sea su condición física o psíquica. Mi danza sobre el escenario me dió las pautas de conocimiento necesarias para utilizar en las clases.

El alumno llega a conectarse con su cuerpo vivo sin imposición, sintiendo lentamente que su cuerpo abandona toda rigidez y puede estirarse o flexibilizarse, y esto, que lo ayuda a reconocerse a sí mismo, le va entregando una relajada y estable sensación de “sí puedo”. En algunos casos lo que estimulo, más que el movimiento en sí, es la sensibilidad, que conecta directamente con la posibilidad hacia adentro y hacia afuera. Lo que hacemos no es una gimnasia técnica, por lo que nadie queda al margen. En mis clases nunca muestro lo que sé o no sé, por eso lo que obtengo es siempre una respuesta que es un hecho creativo.

Para mí no existe lo sano o lo enfermo, muchas veces recibo respuestas que exceden en mucho la expectativa según las «posibilidades» de personas con grandes dificultades, mientras que con otros alumnos muy dotados hemos necesitado tiempos más largos para sensibilizar e introducirse en los más profundos rincones del cuerpo. , cada uno a su tiempo.

Siempre digo que yo no enseño, sino que trato de ser un puente de comunicación con mi experiencia. Yo doy esa experiencia de una manera viva y siempre encuentro receptividad en la gente. Vivo en una búsqueda permanente de cosas que resuenen en mi cuerpo, porque todo pasa primero por el propio cuerpo.

El trabajo con personas con sordera

«Algo tienen en común el cuerpo y el silencio, y es que no pueden mentir».

El primer acercamiento con el no oyente consiste en que él llegue a interesarse por proyectar y darse cuenta de que su cuerpo es un instrumento del lenguaje.

Trabajo con diapositivas con imágenes y líneas que sugieren ritmos diferentes y conectan instantáneamente con movimientos, más allá de la presencia o no de un sonido.

Una de las formas para ir al encuentro es utilizar la geometría del movimiento. Es como una ecuación: LÍNEA = MOVIMIENTO. Y éste será diferente según lo sea la línea: recta u ondulada, continua o intermitente, ascendente o descendente. Trato de darle al no oyente la posibilidad de que la línea represente lo que para nosotros la música, buscando en el ritmo y la forma la exploración creativa de su cuerpo que, sin conocer los sonidos, puede desplegar el movimiento y danzar.

Otro estímulo invalorable es el color. Trabajo con telas muy grandes y con diapositivas en las que proyecto colores, e invariablemente las respuestas se traducen en movimiento y forma.

El color, la línea y la forma son en sí mismos un lenguaje que ofrece un gran estímulo para mover el cuerpo. Todo lo que nos rodea, todo lo que vemos penetra en nuestro cuerpo y sale de él. Podemos bailar el color rojo de una alfombra, el verde de un sillón, la línea del horizonte. El estímulo visual aporta una gran ayuda para los sordos, permitiendo que adquieran y desarrollen capacidades rítmicas, calidades de movimiento, estructuras espaciales, además de sensaciones y aptitudes que expanden el mundo interno donde los miedos desaparecen.

A mi silencio lo amo.

Es como una puerta que puedo abrir y cerrar cuando lo siento necesario.

Cuando estoy en silencio descubro cada día quién soy y qué he hecho conmigo. Es un hermoso poder estar

Los no oyentes pueden danzar creativamente en el silencio, salir del aislamiento con el estímulo de sus propios ritmos internos, imágenes, sensaciones e ideas, además de estímulos visuales corpóreos y proyecciones.

El del no oyente sí es un silencio real, un silencio que le permite conectarse con una escucha diferente de su propia respiración, del ritmo de su sangre y del microcosmos sonoro que representa el propio cuerpo, con sus movimientos.

Mi trabajo con los sordos es siempre de integración con alumnos oyentes, de modo que no utilizo un material diseñado especialmente para ellos: todos comparten una experiencia enriquecedora y gozosa que se plasma a través de las formas sensibles que todos poseemos en nuestro riquísimo interior.
El trabajo con personas mayores

Muchos adultos llegan al movimiento luego de un largo camino de olvidos y desencuentros con su propio cuerpo, con una historia plagada de sedentarismo, con posturas que los alejan cada vez más de la flexibilidad natural que todos traemos desde la infancia, con tensiones psíquicas, preconceptos y enormes miedos. La mayoría se cuestiona si moverse es algo que valga la pena, ya que sienten que han perdido toda posibilidad de expresión y movimiento fuera de lo rutinario y previsible. Algunos vienen movidos por una dolencia, más que por el deseo mismo de moverse y expresarse. La pregunta básica es: «¿a mi edad, puedo?», que reemplaza muy elegantemente a la afirmación «no voy a poder». De todas maneras, se han acercado a mi estudio, y eso ya marca que han dado un paso para salir del estancamiento o ignorancia de sus propias posibilidades. Algunos de ellos no han perdido aún el deseo ni la capacidad de juego (son en realidad los menos).

Una persona que atraviesa esta etapa de su vida puede integrarse a través del movimiento, explorando y ensanchando potencialidades que hasta entonces desconocía, que afloran mediante el estímulo musical, visual o a través de mis palabras motivadoras. que son siempre renovadoras de paisajes que ayudan a creer que ¨sí, puedo¨.

A medida que aumentan sus posibilidades se produce una mejor aceptación de su cuerpo maduro y sus movimientos se conectan con una energía creadora, casi desconocida hasta entonces. Se resignifica la potencialidad de esta etapa vital, derivando la angustia que producía el paso del tiempo y la falta de movilización hacia una mayor capacidad expresiva y creativa. Se produce progresivamente un cambio duradero que le permite desarrollar su mundo interno a través de la alegría y la aceptación de las marcas que el tiempo ha producido en su cuerpo.

El trabajo sobre una silla permite desprenderse del temor que implica el desplazamiento para estos cuerpos postergados, casi olvidados, que ven restringido su contacto al encuentro con el dolor y la rigidez. Poco a poco van sintiendo cierto grado de independencia que les permite salir a explorar esa silla que los ha albergado, que los ha sostenido igual que lo hacían sus madres cuando eran niños. Pueden reconocerla como algo estático que está afuera, pero que también tiene una fuerte presencia dentro de ellos. Después de la independencia viene la confianza, y con ella la memoria, entonces, lo cotidiano se transforma.

Sobre su propia caída

A fines del año ’99, antes de viajar a Italia para dar mis cursos durante el verano argentino, caí en un pozo, sufriendo la rotura de una de mis rótulas en dos partes. Los especialistas tuvieron que operarme a los pocos días y atravesé una recuperación muy lenta y dolorosa. Al mes de la operación ya podía caminar sola y había recuperado algo de mi autonomía, aunque no al ritmo que yo deseaba. Esto que puede tener un gran aspecto de pérdida tiene además, por supuesto, un aspecto de gran ganancia, donde he recibido y descubierto valiosas lecciones de vida.

Mi rodilla no podía doblarse y me obligaba a detenerme y buscar nuevos caminos. Tuve que aprender a pedir ayuda para las acciones más básicas de la vida como sentarme, desplazarme o bañarme; pude conectarme con la fragilidad y con los avances más minúsculos que, tal vez en otra oportunidad, hubiera minimizado o pasado por alto.

Mi cuerpo tenía también partes sanas, que tal vez no estaban en mi foco de atención en algún momento, pero fueron ellas las que ayudaron a mi pierna limitada. A la vez, mi rótula me decía «¡no te apures, tiempo al tiempo!».

Ya no valían la ansiedad ni los compromisos previamente tomados; el tiempo tomaba un nuevo valor que nada tenía que ver con las posibilidades anteriores ni futuras: yo debía aprender que, simplemente, el ritmo del cuerpo y el ritmo del deseo no necesariamente coinciden cuando hay una limitación física.

Apoyada en la música y en las partes sanas de mi cuerpo aprendí a obtener pequeños avances, a deshacerme de la inútil omnipotencia y a encontrar la felicidad a través de mis propios límites, que poco a poco iba superando en la medida que me iban dejando su enseñanza.

A mí me ha ayudado enormemente la respuesta auditiva a través de la música, a enfrentar mis miedos y a saber que podía contar con la parte sana de mi cuerpo como si un maestro me guiara muy lentamente. Entonces aprendí a valorar los tiempos diversos, en donde yo no me podía imponer porque ese dolor existía y me limitaba. Aprendí también lo que significa «paso a paso», «minuto a minuto». Cada día ocurría una pequeñísima respuesta que me decía «¡adelante!», una pequeña evidencia de avance.

Actualmente mi rodilla está permanentemente en un estado de observación que marca la diferencia entre ambas piernas. Todavía siento el poder de la recuparación y todo el proceso de avance, agregado a un estado de alerta que me indica cuándo debo suspender un trabajo o cuándo me he excedido en la exigencia hacia mi rodilla.

Tengo una rodilla diferente que requiere un cuidado y una atención diferentes. Esto es algo que acepto desde que aprendí a no ser omnipotente y que trajo la maravillosa consecuencia de aprender a pedir ayuda, sin sentirme por eso una persona dependiente.

El dolor físico indudablemente trae aparejado el dolor psíquico, pero se sale, se puede. Es muy trabajoso, y hay que aprender a pedir ayuda, tanto como a valorarla.

María Fux


– ¿Qué piensa de la vejez en general?

– ¿Los años? Yo tengo bastantes encima, ¿se nota? Soy lo que soy, en el tiempo que soy y aprendiendo de lo que soy. Cada época tiene un sentido. Ahora estoy en la madurez de mi vida. Y estoy dando.

– ¿Qué le diría a la gente que encuentra un obstáculo en la vejez para seguir adelante?

– ¡Que acepte los cambios! (alza la voz). No hablo de vejez, hablo del tiempo.

– ¿Cómo se acepta el paso el tiempo?

– Oíme, ¿cómo estás vos? ¿Estás igual ahora que cuando tenías 12 años? Nunca se está igual. Hay que aceptar el tiempo que te va cambiando.

– ¿Eso fue algo que siempre supo aceptarlo o hubo algo que le hizo verlo?

– ¡Estoy aprendiendo! Estoy en primer grado. Espero que mañana pueda ir a segundo.

– El deseo de aprender, ¿siempre estuvo dentro suyo?

– Siempre.

– ¿Es algo que heredó de su madre?

– Viene de mi conocimiento de mi madre, que me enseñó mucho. A través de los chicos que veo nacer, crecer y danzar. Y a través de la vida que tengo. ¿Qué es lo que quiero? Vivir en paz.

– ¿Y lo logró?

– No, estoy intentando.

Extracto de una entrevista de JUAN IGNACIO PEREIRA en Río Negro .