Fuimos afortunados de festejar el día del libro con antelación y, además, con dos poetas salmantinos que acercaron la cultura a la Residencia Usera de Salamanca el pasado miércoles. Allí conocimos a Vicente Rodríguez Manchado, ganador de numerosos premios literarios.
Las críticas resaltan su «destacable dominio de la palabra, está tejido a base de poemas breves, despojado de todo artificio y busca a través de la sencillez y la sugerencia, la comunicación directa con un tú cómplice». En esta ocasión tuvo una musa especial, su madre, y a la que escribió este bello poema sobre el Alzheimer.
Y así la vida va y así la vida viene,
céfiro, marea, suspiro de nadie.
«Canción de cuna para una madre» (Alzheimer)
La ceguera de un Dios es infinita,
no conoce horizontes.
Dejarte así irreconocible para ti,
ante tus ojos y los ojos de los tuyos.
Tú eres llanto en los ojos incendiados,
el que huye del frío y lo aborrece,
teme al frío.
Así quienes se alejan de tormentas, ciclones, tempestades,
en ellos brota un miedo
compartido con lobos, mariposas, tigres o gacelas.
En ti la herida sin embargo
es puro aturdimiento inmóvil.
No conoces alarma,
ignoras quién te habita,
el tesoro de saz que has regalado en un suspiro.
Aquellos círculos de savia que te forman
pudieran ser basalto.
Tú no ves,
no puedes verte.
No sabes,
ya no estás en ti.
Y cuando hablas
no te oyes,
ni oyes a quien desesperado
ni murmura.
Aunque su voz,
aunque sus lágrimas…
Solamente tus manos afrutadas callan,
ríen, piensan acarician, ven, hablan o recuerdan,
recuerdan en toda la extensión de sus arrugas minerales.
Y borran la infinita ceguera,
así de un Dios incomprensible.
Vicente Rodríguez Manchado
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