La alteración de la flora intestinal podría reducir el riesgo de accidente cerebrovascular

Según el autor Dr. Constantino Ladecola, del Weill Cornell Medical College de Nueva York, este fue un estudio de prueba de concepto.

“Hemos demostrado dos principios importantes: que los cambios en la microflora intestinal tienen un efecto en la forma en que el cerebro resiste a la lesión y que los cambios en el sistema inmunitario pueden tener un efecto profundo en el accidente cerebrovascular”, dijo. “Esto podría conducir tarde o temprano a nuevos tratamientos para evitar el accidente cerebrovascular”.

“Cabe esperar que en un futuro podamos reducir los riesgos de accidente cerebrovascular de un individuo al modificar su microbiota en el intestino mediante el empleo de probióticos o antibióticos o tal vez solo cambiando los hábitos alimentarios”, añadió. “Esto se podría aplicar específicamente a los pacientes que tienen un riesgo muy elevado de accidente cerebrovascular, por ejemplo, los que se someten a operaciones cardiacas o cerebrales, pero también es aplicable a la prevención secundaria”.

Hemos demostrado una nueva relación entre el intestino y el cerebro en el contexto del accidente cerebrovascular.

Lo que sea que esté ocurriendo en la microflora intestinal está contribuyendo a la respuesta inmunitaria que controla el daño ocasionado por un accidente cerebrovascular. El siguiente paso es estudiar qué tanto de este cambio es relevante en seres humanos y cuáles bacterias son importantes.

El estudio fue publicado en versión electrónica el 28 de marzo en Nature Medicine.

“Nuestros hallazgos esclarecen aspectos de los mecanismos inmunitarios no bien dilucidados que afectan a la lesión cerebral y que tienen repercusión de gran alcance así como implicaciones prácticas relevantes para evaluar el riesgo cardiovascular y pronosticar la gravedad del accidente cerebrovascular”, concluyen los investigadores en su artículo.

El Dr. Ladecola explicó que considerable evidencia indica que factores inmunológicos tienen cierto control sobre la presentación del accidente cerebrovascular en el cerebro. “Así que suponemos que si el sistema inmunitario se orienta en cierta forma esto puede proteger contra el accidente cerebrovascular. Dado que el intestino es el principal reservorio de células inmunitarias, aquí nos enfocamos en modificar el entorno y en determinar si esto tendría algún efecto sobre el accidente cerebrovascular”.

Para el estudio, los investigadores indujeron a la disbiosis de bacterias ―cambios en la composición bacteriana del intestino― tratando a ratones con antibióticos (amoxicilina y ácido clavulánico) durante dos semanas. Como controles, utilizaron ratones que habían estado recibiendo los mismos antibióticos durante generaciones, de manera que su microflora se había vuelto resistente; no se presentó disbiosis bacteriana.

Cuando se provocó el accidente cerebrovascular en los animales, los que tenían disbiosis bacteriana provocada mostraron una reducción de 60% a 70% en el tamaño del accidente cerebrovascular en comparación con los controles.

Como verificación adicional de que fue la disbiosis más que el propio antibiótico lo que produjo la reducción del accidente cerebrovascular, los investigadores trasplantaron el contenido intestinal de los ratones con disbiosis bacteriana provocada a ratones normales y descubrieron que estos ratones también tenían accidentes cerebrovasculares más pequeños. “Esto indicó además que es el cambio en la composición de la microflora intestinal lo que reduce la lesión en el accidente cerebrovascular”, dijo el Dr. Ladecola.

Para abordar la cuestión de cómo la microflora intestinal puede afectar al cerebro de esta manera, los investigadores analizaron los tipos de linfocitos de los ratones. Observaron que los animales con disbiosis provocada y accidentes cerebrovasculares más pequeños tenían linfocitos T reguladores más protectores y menos linfocitos T gamma delta nocivos. El Dr. Ladecola comentó: “así que el cambio en la microflora intestinal parece desencadenar un cambio en el sistema inmunitario que favorece una lesión más pequeña en el accidente cerebrovascular”.

Explicó que estos linfocitos regulan la afluencia de células inflamatorias como los neutrófilos hacia el cerebro, controlando de esta manera la inflamación cerebral. En otra investigación en que se utilizó citometría de flujo, los investigadores descubrieron que los ratones normales tenían un aumento de las cifras de neutrófilos en el cerebro, en tanto que los animales con disbiosis provocada tuvieron un incremento de las cifras de neutrófilos en las meninges, pero no en el propio cerebro.

“Nuestros resultados indican que la alteración de la microflora intestinal da por resultado mayores cantidades de linfocitos T reguladores y menos linfocitos T gamma delta en las meninges, lo cual de alguna manera hace que menos neutrófilos entren en el cerebro. Consideramos que los linfocitos T gamma delta ayudan a los neutrófilos a entrar en el cerebro, en tanto que los linfocitos T reguladores impiden este proceso”, señaló el Dr. Ladecola.

Añadió que cualquier aplicación clínica de estos hallazgos todavía está muy lejana. “Necesitamos descifrar cuál es el estado disbiótico óptimo en seres humanos. Primero que nada, necesitamos llevar a  cabo más estudios en ratones para identificar las especies bacterianas que producen los mejores cambios en el sistema inmunitario. Después, hacer lo mismo en seres humanos”.

El Dr. Anrather hizo alusión a las investigaciones que se están realizando en la actualidad para caracterizar mejor el microbioma humano a gran escala. “Podríamos utilizar estos datos para analizar cómo determinados conjuntos de microbioma influyen en el riesgo de accidente cerebrovascular. Luego, en algunas poblaciones con alto riesgo podríamos tratar de cambiar la composición de la microflora intestinal al perfil más estudiado para producir los cambios inmunitarios útiles para el sistema cardiovascular”.

El objetivo más evidente es la prevención del accidente cerebrovascular, y sería más difícil influir en la fase aguda del accidente cerebrovascular dado que los cambios inmunitarios tardan en surtir efecto.

En el presente estudio, la administración de antibióticos durante una semana no demostró ningún cambio en el riesgo de accidente cerebrovascular. Las reducciones en el tamaño del accidente cerebrovascular solo resultaron evidentes después de dos semanas de tratamiento. Los cambios en la microbiota se presentaron a la semana pero los cambios inmunitarios no resultaron evidentes sino hasta las dos semanas. Así que este enfoque no parece ser apropiado para utilizarlo en situaciones agudas. Sin embargo, el sistema inmunitario también desempeña un papel en la regeneración y la reparación, de manera que aquí también hay posibilidades.

Referencias:

Benakis C., et al. (2016) Commensal microbiota affects ischemic stroke outcome by regulating intestinal γδ T cells. Nature Medicine 22, 516–523 doi:10.1038/nm.4068