Mujer y edad: de las sombras a las luces

«A mis compañeras del club de lectura La Moravilla»

Recientemente he participado en un Seminario sobre Género, trabajo y envejecimiento de la Universidad Carlos III que me ha dado la oportunidad reflexionar sobre algunos aspectos de la relación entre género y envejecimiento. El tema es pertinente pues resulta evidente que no es lo mismo ser hombre mayor que mujer mayor. Por un lado, la brecha de género económica, social, cultural…, existente en múltiples aspectos de nuestra sociedad, se perpetúa o aumenta en la jubilación y en la vejez. Por otro, las mujeres cuentan con unas “fortalezas” que aumentan con la edad y que es necesario poner en valor.

A.     Mujer y dedicación familiar

Una primera cuestión evidente es que por educación patriarcal las mujeres suelen asumir los cuidados familiares (hijos, mayores, enfermos, “pareja”…) y, por ello, unas suelen renunciar al trabajo externo siendo “amas de casa”, y otras suelen optar por trabajar dentro y fuera de casa, teniendo en mayor medida que los hombres, trabajos parciales, peor pagados…(aún con buena formación). Lo que tiene repercusiones económicas negativas también cuando son mayores. Las amas de casa, al no tener trabajo remunerado, nunca contarán con una pensión decente. Tampoco optan a buenas pensiones muchas trabajadoras fuera del hogar que generalmente han cotizado menos que los varones por lo indicado anteriormente. Esta baja autonomía económica les avoca en muchos casos a la pobreza, y en otros a depender económicamente de un marido o unos hijos con los que pueden sentirse maltratadas. La viudedad también es equivalente en muchos casos a pobreza.

Pero también hay otros malestares psicológicos en la vida de las mujeres que suelen agravarse con la edad.

En el caso de las amas de casa: desde hace décadas se sabe que sufren problemas psicológicos relacionados con su identidad y el sentido de su vida (=”realización”) que suelen derivarse de la infravaloración de su trabajo, la soledad… (Como contó Betty Friedan en La mística de la feminidad). Estos problemas pueden agravarse con la edad y la marcha de los hijos: el síndrome del nido vacío. Pero también, las mujeres mayores están dedicadas en mayor medida que los hombres a cuidar a sus nietos, lo que les “ata” nuevamente a las necesidades familiares.  

Voluntarios ayudan a ancianos a visitar sus hogares de la infancia

Por otro lado, las mujeres que se quieren reinsertar en el mercado laboral tras la crianza de los hijos suelen ser consideradas mayores para un trabajo a una edad más temprana que la de los hombres.

En el caso de las mujeres trabajadoras dentro y fuera del hogar, se hace evidente que acumulan trabajo, lo que unido a la confrontación que experimentan entre roles tradicionales y modernos, aumenta su estrés (riesgos de la superwoman), favoreciendo un cansancio vital paulatino y el riesgo de padecer ciertas enfermedades.  

B. El techo de cristal

Los estudios y estadísticas sobre la presencia de la mujer en ámbitos públicos hacen constatar, tanto en España como en la UE (y por supuesto en otras zonas del mundo), que las mujeres tienen un “techo de cristal” que les impide estar representadas en los puestos laborales de prestigio, salario y poder que les debiera corresponder en porcentaje por su formación. No están bien representadas en la Universidad, en la Administración de Justicia, en la Medicina, la Ciencia, la Tecnología, el IBEX, los medios de comunicación…. 

La sociedad patriarcal facilita que funcione un sesgo negativo de género[1] relacionado con los estereotipos tradicionales de la mujer que condiciona la existencia de ese techo de cristal que les hace estar poco y mal representadas en los ámbitos públicos que por formación o experiencia merecen[2], al tiempo que frena sus propias aspiraciones: las mujeres son educadas en conductas y pensamientos limitantes respecto a su presencia social. Esta falta de representatividad puede aumentar cuando son mayores: las mujeres mayores tienen poca o ninguna relevancia en asociaciones (incluyendo las de jubilados), actividades intelectuales, fundaciones, medios de comunicación, política…

C.      Otros condicionantes culturales y biográficos negativos para las mujeres mayores:

Con la edad las mujeres acumulan estatus secundario, se les ve mayores antes que a los hombres, y menos atractivas.

Además, muchos  hombres jubilados no siempre están dispuestos a realizar las tareas domésticas en un porcentaje cercano al que desempeñan sus mujeres. Aunque es cierto que ciertas mujeres no siempre facilitan el acercamiento del hombre a estas tareas (por cuestiones de roles tradicionales y/o perfeccionismo).

Por otro lado, la mayor mortandad de varones hace que el envejecimiento femenino esté muy relacionado con la soledad (las viudas no suelen volverse a casar). El aislamiento empeora sus capacidades cognitivas y su salud en general. Las mujeres que han cuidado a hijos, maridos, padres y nietos, no siempre tienen quien les cuide cuando lo necesitan.

«Necesitamos referentes de un buen envejecimiento con nombre y apellidos. Georgia O’Keeffe es un gran modelo»

FORTALEZAS DE LAS MUJERES MAYORES:

Pero ya está bien de hablar de debilidades, también la edad conlleva ciertas fortalezas. Con la vejez se relativizan más los roles y normas sociales, y ello puede beneficiar a mujeres que se han visto muy constreñidas en su papel de madres, esposas, etc. Y máxime en el caso de viudez, la viudedad conlleva cierta autonomía y libertad a las mujeres más tradicionales. Ello supone que muchas adquieren un sentido de autorrealización que no tenían cuando vivían sus maridos. (Esta liberación también puede afectar a l@s mayores que se hayan visto constreñid@s en su identidad u orientación sexual).

Además, muchas mujeres han podido y sabido mantener relaciones de amistad y lazos afectivos que enriquecen su vida y les aíslan de la soledad (sobre todo si no tienen problemas de dependencia).

Por otro lado, cada vez más mujeres mayores se apuntan a actividades deportivas, lúdicas, clubes de lectura (poca presencia masculina), talleres de desarrollo personal, autoconocimiento, meditación, universidad para mayores… También colaboran cada vez más en asociaciones, y en distintos voluntariados con eficacia. Lástima que aún bastantes eligen horarios que les permiten llegar a casa a hacer la cena al marido u otros familiares. Por favor, familiares cercanos: ¡no lo permitan!

Parece que los estudios sobre la vejez todavía están más pendientes de las políticas sanitarias y asistenciales, poniendo mucho más el foco en las carencias que en otros cambios vitales no siempre negativos. Es evidente que para vivir bien estos cambios enriquecedores es importante tener una mínima calidad de vida y que ciertas enfermedades relacionadas con la vejez, como la demencia senil o el Alzheimer, son un problema importante en nuestra sociedad, por ello es importante formar gerontólogos y psicogerontólogos con perspectiva de género que estén en los centros de salud.

Quiero terminar esta exposición recordando que es importante que ciertos cambios que traen la edad sean vividos por las personas como oportunidades y que los estudios nos lo hagan ver. Parece ser que en general las personas mayores son mucho más autónomas de los juicios ajenos (lo que les lleva a mentir menos), más reflexivas, y tienden a desarrollar más el sentido del humor (también saben reírse de sí mismas), lo que les dota de cierta paz, de cierta plenitud reconfortante.

Es la hora de poner el acento en las oportunidades, en la vida plena que podemos vivir cuando dejamos de criar, de ser parte del entramado productivo asalariado, cuando somos cada vez más viej@s. También de recordar a los políticos que perfilan el estado que se deben universalizar medidas que sigan obligando a la conciliación familiar, al rompimiento del techo de cristal, al respeto a la diversidad en todas sus posibilidades vitales, para tejer una sociedad más igual, más sabia, más justa, en edades tempranas, adultas o “viejunas”.

Yolanda Guío Cerezo es Doctora en Geografía e Historia (Antropología) por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesora de Enseñanza Secundaria, así como asesora del profesorado. Autora del libro Ideologías Excluyentes (Pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro), Ed. Catarata. Y también puedes leerla como columnista de Villaviciosa Digital

Las mujeres tomamos las calles

Referencias:

[1] https://blogs.eitb.eus/cienciayhumanismo/2012/11/25/sexismo-en-la-ciencia-el-caso-de-jennifer-y-john/

[2] https://magnet.xataka.com/preguntas-no-tan-frecuentes/la-ciencia-confirma-que-ocultar-el-genero-en-el-curriculum-ayudaria-a-acabar-con-el-sexismo