Wiñaypacha, la eternidad en Aymara

Óscar Catacora, cineasta autodidacta nacido en Puno, la región altiplánica del país, en la frontera con Bolivia, estrena Wiñaypacha (Eternidad), el primer largometraje peruano rodado íntegramente en aymara. Cultura a la que precisamente su director pertenece y con orgullo, homenajea.

Wiñaypacha cuenta el día a día de dos ancianos que viven en una cabaña en los Andes. Willka y Phaxsi, una pareja de ancianos de más de 80 años viven abandonados en un lugar remoto de los Andes del Perú, a más de cinco mil metros de altura. Enfrentan la miseria y el inclemente paso del tiempo, rogando a sus dioses para que por fin llegue su único hijo, Antuku a rescatarlos.

Wiñaypacha‘ es la primera película peruana hablada en aymara y además, se destaca el doblaje al quechua para una difusión más amplia en el país andino.

La belleza de la naturaleza de Perú es un protagonista más en el largometraje. No es para menos, el contacto con la eternidad debe estar cerca. Otros asuntos son la espiritualidad, la mujer, la educación, los cuidados, la esperanza y el envejecimiento.

  • Reconocimientos internacionales:
    Mar del Plata | Argentina | Panorama
    Punta del Este | Uruguay | Selección oficial
    Chicago Latino| USA | Selección oficial
    Festival de Cine de Lima| Perú | Mención Honrosa
    Semana del Cine de Lima | Perú | Mejor Película
    Guadalajara| México | Mejor Ópera Prima y Mejor Fotografía

Motivación del Director:

Para la realización de Wiñaypacha, una de mis principales motivaciones ha sido mi identificación con la cultura aymara, con su universo mítico y sus problemas. Yo crecí en un entorno natural similar al de la película, escuchando las leyendas contadas por mis mayores, aprendiendo a convivir con la naturaleza y viendo cómo se desarrolla la vida a más de 4,000 metros de altura. 

Wiñaypacha es un reflejo de la cosmovisión andina del sur del Perú, donde el poblador andino convive en armonía con los elementos de la naturaleza -tanto físicos  como inmateriales- y convive con ellos como una sola familia. Es decir, todo lo que existe a su alrededor posee vida, como los ríos, cerros, nevados, la lluvia, el viento, el sol, etc. Por consiguiente, nada es inerte, todo tiene vida y merece respeto y consideración.

Al momento de plantear la historia de Wiñaypacha definí que serían dos los protagonistas, pero lo cierto es que existen más personajes. Siempre quise que los seres que interactúan con Phaxsi y Willka sean percibidos como personajes con vida propia, desde los animales hasta la naturaleza, de esta manera traté de reflejar el pensamiento y costumbres de la cultura aymara.

El uso del idioma aymara en la película tiene el propósito de revalorar y promover esta lengua originaria, que es mi idioma materno. El aymara es hablado por más de dos millones de personas, tanto en Perú como en países cercanos, pero se halla en situación vulnerable y con riesgo de desaparecer, por ello la importancia de su preservación.

Otro tema que me interesó desde la construcción del guión es la percepción del poblador andino hacia los animales, que son considerados como hijos y no son solo un recurso de explotación y mercancía.

En la historia muestro que los dos protagonistas viven abandonados en medio de un inhóspito lugar en las alturas de Puno. Esta es una realidad que se ve en la actualidad en mi región y ocurre pues hoy en día las zonas altas del altiplano puneño se encuentran deshabitados. Por ello Wiñaypacha es también un intento por sensibilizar al público ante la realidad del abandono de los adultos mayores por parte del Estado y por los hijos, que migran hacia las grandes ciudades en busca de “mejores” oportunidades.

Los aymara son un pueblo originario de América del Sur que habita la meseta andina del lago Titicaca desde tiempos precolombinos, repartiéndose su población entre el occidente de Bolivia, el sur del Perú y el norte Grande de Chile.

Es el primer largometraje filmado íntegramente en lengua Aymara

Para seguir conociendo a los Aymaras, te recomendamos este artículo de nuestra colega Lorena Gallardo:

La vejez Aymara