Teresa Martinez

Teresa Martínez – «La atención centrada en la persona, algo más que una moda”

¿Cómo le explicas a tu entorno en qué consiste la profesión de gerontóloga?

Esta pregunta me lleva a mis inicios de psicóloga en una residencia de personas mayores, hace ya casi 30 años. Nadie sabía bien qué hacía un psicólogo en la atención a personas mayores. Subyacía la creencia de “total ahora ya para qué…”. Esto lo pensaban los responsables de servicios, los profesionales procedentes de plantillas básicamente sanitarias, las familias e incluso las propias personas mayores. Esta percepción poco a poco va cambiando, en buena parte gracias a la labor que distintas profesiones vienen desarrollando para hacer realidad el objetivo de “dar vida a los años”. Los y las profesionales de la gerontología somos diversos e interdisciplinares. Destacaría que aportamos visión, conocimientos y estrategias para apoyar individual y colectivamente procesos saludables y satisfactorios de envejecer, y con ello, una sociedad más acogedora y justa para todos los individuos, grupos y edades.

¿Cómo se implanta el modelo de Atención Centrada en la Persona en instituciones ancladas en el pasado?

No es fácil. Las resistencias son muy diversas. Lo primero para cambiar es reconocer la necesidad de que hace falta cambiar. Si pensamos que ya lo hacemos todo bien ¿para qué complicarnos? También hay organizaciones y profesionales que aunque se sientan muy “quemados” acaban acomodándose y dejar la zona de confort, aunque sea negativa, cuesta trabajo. Hace falta una formación reflexiva que parta de una visión diferente de la calidad asistencial, vinculada al ejercicio de derechos de las personas mayores y que trascienda a las cuestiones materiales y procedimentales de los servicios. En estos años estamos tomando consciencia de que cuidar de otra manera es bueno tanto para las personas mayores como para los profesionales y para las organizaciones. Se trata de un cambio complejo pero posible y muy necesario.

¿Quiénes son los más reticentes al cambio de paradigma?

Quienes piensan que la atención centrada en la persona es algo “de sentido común”, quienes dicen que “esto…ya lo hacemos”. Quienes no son capaces de ver capacidades en las personas mayores. Quienes consideran que las personas con una demencia avanzada necesitan solo de cuidados físicos, que el resto “es perder el tiempo porque ya no se enteran”. Quienes se quedan en el plano declarativo de la ACP y no llegan a concretarla en lo cotidiano. Quienes se conforman con aplicar medidas o elementos aislados del enfoque o solo abordan aspectos superficiales.

Lo positivo es que cada vez hay más servicios y centros que se comprometen y apuestan por liderar el cambio con autenticidad, con humildad y con rigor, planificando y evaluando cambios progresivos. Cuando esto sucede la organización se sitúa en una ruta de progreso que no tiene retorno. Cuando se dan estos ingredientes, se avanza, sin perder de vista, como nos recuerda Susan Misiorski, que la ACP no es un destino al que llegar sino un viaje que no tiene fin.

¿Cuál es entonces la esencia de la ACP?

La ACP implica un cambio profundo en la forma de ver y acompañar a las personas que precisan cuidados. Parte de una visión de las personas mayores como seres singulares, con capacidades, con derechos y que se relacionan desde la interdependencia.

Esta visión conduce a nuevos roles en el acompañamiento profesional y en la provisión de apoyos. Apela a una nueva cultura del cuidado desde organizaciones que lideran y arriesgan, confiando en las personas y siendo muy creativas en la búsqueda de alternativas.

Creo que una buena recomendación es partir de un modelo de componentes que conceptualice el cambio. La ACP, que fundamentalmente es una filosofía o enfoque, debe concretarse en modelos que guíen su aplicación. Hemos de evitar aplicaciones que se queden en intervenciones aisladas (por ejemplo, centrarse solo en la eliminación de sujeciones, en algunos cambios ambientales, en el diseño de un nuevo protocolo o metodología…). La ACP integra cambios en la forma de ver, pensar, sentir, actuar, organizar, gestionar…, y esto debe verse reflejado en propuestas de cambio progresivas pero diseñadas desde la globalidad y la transversalidad de las intervenciones.

¿Los modelos residenciales están trasnochados?

Si la ACP está generando en la actualidad tanto interés en nuestro país es porque somos conscientes de que nuestro actual modelo de cuidados, especialmente en lo que atañe a las residencias a pesar de los avances y mejoras de las últimas décadas, no nos convence. Queremos ser cuidados y vivir en lugares que no nos obliguen a perder el control de nuestras vidas sin tener que someternos siempre a lo que los profesionales o el centro dictaminen. Cada vez estamos más formados y somos más exigentes. Deseamos y sabemos que es posible cuidar y ser cuidados de otra forma. Además de contar con profesionales suficientes y formados es necesario innovar, especialmente en lo arquitectónico y en lo organizativo, para crear un entorno humanizado que favorezca que las personas se relacionen desde el mutuo reconocimiento. No podemos seguir haciendo más de lo mismo, construyendo y organizando residencias de buena apariencia pero todavía muy institucionales.

Y es más, ¿cómo hacerlo cuando son pocos los recursos humanos con los que cuentan las residencias de personas mayores?

Los centros con carencia de personal necesariamente han de invertir. Los profesionales, suficientes y formados, es condición imprescindible para poder aplicar modelos de atención centrada en la persona. Dicho esto, también hay que recordar que el mero incremento de personal no va ligado a la mejora de la calidad asistencial. La relación no es directa, lo cual en algunas reivindicaciones se olvida. Los profesionales, además han de estar claramente alineados con un modelo de atención que garantice derechos y una atención realmente personalizada. Apostar por la ACP implica, sobre todo inicialmente, esfuerzo e inversión. Pero es una inversión que obtiene sus frutos. Cada vez hay más evidencia que los modelos ACP en los servicios de cuidados de larga duración consiguen beneficios no solo en relación a una mayor calidad de vida de las personas mayores sino también para los profesionales (mayor satisfacción laboral, menor estrés y burnout) y para las propias organizaciones (menor absentismo, menos conflictos, mayor índice de ocupación, etc.).

Hay quien dice que la ACP es una moda…

La ACP surge con fuerza en nuestro sector y país en estos últimos años. En realidad no es algo nuevo, recupera una visión humanística y holística de las personas que viene siendo defendida por diferentes perspectivas y disciplinas. Es un enfoque reconocido internacionalmente desde hace varias décadas por organismos muy prestigiosos (entre ellos la propia OMS) como uno de los grandes eje estratégicos para la mejora de los servicios de salud y los cuidados de larga duración.

Cierto, hay quien piensa en la ACP como si fuera una moda pasajera que caerá en el olvido. Si esto sucede es que nos habremos quedado en lo superficial. Existe el riesgo de banalizar lo que este enfoque implica y, como antes decía, quedarnos en elementos aislados o anecdóticos. Respetar a las personas mayores cuando necesitan cuidados y proteger sus derechos, es mucho más que una moda.

Los modelos ACP ¿lo tienen todo claro?

¡Qué va! Hay muchos asuntos que precisan reflexión y estudio. Hay retos pendientes, tanto en relación a la conceptualización de la ACP como a su aplicación y evaluación. Se necesitan más investigaciones que den cuenta de sus resultados y ofrezcan luz sobre los distintos componentes e intervenciones en los diferentes contextos de cuidados. Hay muchas cuestiones sobre las que todavía sabemos muy poco, como por ejemplo el abordaje de las preferencias personales que implican riesgos. Otras precisan ser revisadas como es el caso de los indicadores de calidad asistencial, donde la seguridad y la mejora clínica tienen gran peso frente a una escasa presencia de dimensiones clave en la calidad de vida como la autodeterminación de las personas. Otros temas parecen haber caído en el olvido, como el de la sexualidad de las personas mayores con demencia o del colectivo LGTB.

¿Qué te parece nuestra sección de denuncia de los MicroEdadismos?

El lenguaje es el principal vehículo de nuestro pensamiento y de nuestras actitudes. Reflexionar sobre qué decimos y cómo lo decimos es algo muy importante para “conocernos” como individuos, como organizaciones y como sociedad. A su vez, el lenguaje es una herramienta que tiene gran capacidad para revisar y modificar nuestras creencias. La labor que habéis iniciado es muy oportuna, me gusta sobre todo la frescura de vuestros mensajes y la creatividad de los formatos. La sensibilización es siempre importante, puede facilitar el paso a procesos guiados de reflexión compartida en los diferentes contextos profesionales, algo muy necesario cuando se lideran cambios.

¿Has experimentado alguna vez en carne propia la discriminación por edad?

La siento cerca, tanto en mi entorno profesional como personal. En el trato, en el lenguaje, en la mirada llena de estereotipos que mantenemos hacia los demás y hacia nosotros mismos cuando pasan los años. En estos tiempos de crisis, la he sentido en personas cercanas y queridas que tras haber quedado sin trabajo han pasado por auténticos dramas para volver a encontrar un empleo (si se puede llamar así a lo que hoy en nuestro país se ofrece…). La falta de trabajo es una situación muy difícil para quien la sufre, pero para quienes pasan de los 50 mucho más…

Cambiando de tema. A parte de los tuyos, ¿qué libros les recomendarías leer a todos nuestros seguidores?

Sin duda toda la obra de Ramón Bayés, quien ha sido y es uno de mis principales referentes en el campo de psicología. Sus escritos son excelentes nutrientes no solo por sus contenidos técnicos y científicos sino por la conexión que permite con otras ramas del saber como son la filosofía, la literatura, el arte, el cine o la música. Su aportación es magnifica y enormemente enriquecedora. La vulnerabilidad, el sufrimiento, la felicidad, la percepción del tiempo y la muerte son temas importantísimos para la gerontología que son abordados con una enorme maestría.

A nivel personal, ¿cómo experimentas el envejecimiento? ¿Estás preparada para lo que se avecina?

Creo que “progreso adecuadamente” o al menos así lo intento. Este es un gran reto personal, más aún para quienes estamos en este sector. No es raro escuchar a personas mayores refiriéndose a quienes envejecen como si fueran otros. Nos cuesta identificarnos con algo que socialmente está devaluado. Además del cambio en la percepción social, necesario sin duda, hay claves individuales que pueden ayudarnos. Aprender a mirar lo presente, ser flexible, saber adaptarse a los cambios, aceptar tu momento con benevolencia siendo capaz de mirar los aspectos buenos de envejecer. Quizás lo más difícil es aceptar la dependencia funcional. Depende de la madurez de cada persona pero también del entono y de los apoyos que se tenga. Por ello es tan importante que avancemos hacia un cambio de paradigma donde el buen trato se concrete en el respeto a la singularidad y autodeterminación de las personas mayores, con la mirada puesta en la capacidad y en la provisión de apoyos. Las personas no hemos de perder el control de nuestras vidas aunque precisemos ser cuidadas por otros.

Teresa Martínez. Psicóloga gerontóloga, doctora en ciencias de la salud y experta en modelos de atención centrada en la persona.

www.acpgerontologia.com

@acpgerontologia

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