El manejo de la Culpa desde la Atención Centrada en la Persona

 

Ingresar a un ser querido en un centro residencial ocasiona la aparición sentimientos muy intensos como la culpabilidad o la vergüenza ocasionados por la idea, real o no, de no haber cumplido con las normas y obligaciones culturalmente establecidas.

En el contexto occidental se entiende que el cuidado de las personas mayores deben realizarlo las mujeres en la esfera privada (quizá para que no sea valorado). No obstante, la acción conjunta de los cambios socioculturales que se han producido en nuestro país en el último siglo: la incorporación de la mujer al mundo laboral sin una colaboración igualitaria entre hombres y mujeres en el reparto de las tareas, la cada vez más común dispersión (geográfica) de las familias o los avances científicos-técnicos que han permitido aumentar la esperanza de vida… cronificando enfermedades, hacen más difícil mantener a las personas que necesitan cuidados en el hogar si se quieren preservar altos niveles de calidad de vida de todos sus miembros, cuidadores y cuidados.

¿Qué podemos hacer los profesionales de la gerontología encargados de los cuidados de las personas en situación de dependencia para evitar, en la medida de lo posible, que sus familiares sufran estos sentimientos de culpa?

Parte de estos sentimientos puede deberse a la idea de estar abandonando a su familiar en un entorno muy diferente al que esta persona se había imaginado para sí misma. Además, se asocia el ingreso en un centro con una pérdida de la rutina establecida por la persona mayor, la ruptura de su estilo de vida e, incluso, una merma de su estatus y rol social-familiar.

Los modelos de Atención Centrada en la Persona (ACP) ofrecen un marco ideal para intentar contrarrestar estas ideas. Su aplicación ayudaría a mejorar la calidad de los cuidados, así como la percepción de la atención recibida. Todo ello tiene un impacto más que positivo en el bienestar emocional tanto de la persona cuidada como de los miembros de su entorno afectivo.

Estos modelos defienden la personalización e individualización de los cuidados, además del respeto y el trato digno que nos corresponde como personas de plenos derechos. Se fomenta que los profesionales encargados del cuidado en estos centros sociosanitarios, adopten la perspectiva de la persona atendida y se considera necesario diseñar un entorno que compense las posibles limitaciones (hostilidades) hacia la persona mayor y promueva toda clase de oportunidades de participación y crecimiento personal.

Según Tom Kitwood, pionero de la ACP, las personas tenemos una serie de necesidades generales que pueden ser expresadas y vividas de diferente forma en cada individuo. Para garantizar nuestra calidad, éstas se deben satisfacer mediante el diseño de planes asistenciales e intervenciones basadas en los principios de la ACP que sitúan a la persona como protagonista de su propio proceso de cuidado, reconociendo su propio contexto social y familiar, fomentando su empoderamiento y autonomía y respetando su biografía personal, sus valores, deseos y creencias personales.

El objetivo es plantear centros en los que la vida de las personas allí cuidadas sea una continuación de su proyecto vital con las ayudas y apoyos que necesite cada una de ellas. Las personas somos algo más que nuestras limitaciones, deficiencias y alteraciones; las personas somos una fuente inagotable de experiencias enriquecedoras que únicamente necesitan el cariño y el amor del prójimo para desarrollarnos como tal, independientemente de nuestro estado de salud o circunstancias familiares.

Raúl Vaca Bermejo, neuropsicólogo y gerontólogo, socio fundador de la Asociación Española de Psicogerontología y miembro del Grupo de Trabajo Interdisciplinar de Educación Gerontológica de la SEGG.