El derecho a comer bien siendo Mayores

La comida es básica para nuestro estado de bienestar. Y una buena dieta es esencial para un envejecimiento saludable combinado con un estilo de vida activo. En este contexto sorprende que en los países occidentales la población de edad avanzada sea el grupo demográfico más grande en riesgo de dieta inadecuada y de malnutrición. Una de las causas podría estar relacionada con que muchos mayores tienen problemas para masticar y deglutir.

Entre los mayores afloran grandes necesidades no cubiertas y en aumento en cuestiones alimentarias. Lo cierto es que descubrir las preferencias alimentarias de este grupo de consumidores, cada vez más numeroso, está interesando mucho a las empresas de la industria alimentaria.

Las personas mayores representan un grupo de gran interés para la industria alimentaria, ya que se trata de un público con capacidad de compra y dispuesto a consumir nuevas propuestas.

Los mayores están clasificados como consumidores tradicionales, que aprecian los buenos alimentos, especialmente los de toda la vida. Pero un estudio reciente (“Senior: nuevos productos de alimentación preventiva para personas mayores” ) mostraba que la mitad de las personas mayores acepta de buen grado el consumo de nuevos alimentos, al mismo tiempo que exigen que sean de calidad y que respeten ciertos sabores tradicionales.

Los mayores tienen una alta aceptación hacia nuevos alimentos. Eso sí, exigen que las nuevas propuestas se asemejen o evoquen a los productos y sabores tradicionales y que, al mismo tiempo, sean saludables, presenten un perfil nutricional adecuado para su edad y que sean sabrosas.

A las empresas les preocupa el diseño y el desarrollo de productos que cubran esas carencias, pero también que los nuevos productos sean aceptados con mensajes optimistas, sin asociarlos a dependencia o decadencia.

Los nuevos alimentos tienen características como una textura más blanda de lo habitual o son precocinados y distribuidos en envases individuales, para un consumo más fácil. La mayoría de estos productos preparados para mayores se ofrecían hasta ahora en centros hospitalarios o residencias, pero cada vez son más los mayores de 65 años que viven y comen solos por lo que los fabricantes optan por presentar los productos en raciones individuales y casi listos para su consumo, e, incluso repartidos a domicilio.

Uno de los aspectos clave en la búsqueda de nuevos alimentos es que el momento de comer sea un momento placentero y por ello en esta línea de investigación se buscan combinaciones de aromas, sabores y texturas que evoquen recuerdos placenteros ligados a la comida. Los alimentos destinados a las personas mayores no sólo deben ser sanos, sino que también deben ser fáciles de masticar y tragar, además saber bien, y tener un aspecto agradable. No hay que olvidar que a medida que envejecemos disminuye nuestra percepción sensorial, cambia nuestra capacidad olfativa, nuestro gusto o percepción del sabor, además de otros sentidos.

Todo ello afecta sin duda a nuestra relación con la comida. Ya que a través de los sentidos recibimos información sobre el sabor, la temperatura, el color, el aspecto de un alimento y su textura por lo que esta disminución funcional puede conducir a que consideremos menos placentero un alimento. Y en este aspecto son especialmente importantes las texturas. En el caso de los mayores han de tener en cuenta la falta de dientes y el uso de prótesis dentales que tienen su impacto en el acto de la masticación y reducen las fuerzas al masticar.

Además, los mayores se preocupan especialmente por su salud, y quizás buscan en los alimentos una solución para prevenir los problemas que van surgiendo con la edad. Por esto puede ser que los mayores dan mucho valor al etiquetado de los alimentos. Los mayores piden que los alimentos vayan acompañados de un etiquetado con mensajes claros y que detalle todos los beneficios que su consumo puede reportar.

Al hilo de este tema es interesante añadir que precisamente el Panel científico sobre longevidad que asesora al gobierno británico sobre cuestiones de salud y personas mayores y envejecimiento afirma que para vivir más tiempo, para alcanzar los 100 años, la clave podría estar en la dieta precisamente, además del ejercicio. En concreto, dicen que la esperanza de vida de la población se podría mejorar de manera efectiva a través de medidas simples, como el ejercicio, la dieta y el mejor uso de los tratamientos existentes en lugar de esperar el descubrimiento de una nueva técnica o píldora milagrosa contra el envejecimiento.

Este campo de la alimentación es un espacio idóneo para que las relaciones intergeneracionales prosperen y el intercambio de conocimientos entre jóvenes y adultos sea enriquecedor para ambos. Algunos datos procedentes de la investigación pueden a los más jóvenes en especial a orientarse con su dieta y hábitos alimentarios saludables.

Esta es una muestra. La sociedad española de sociedades de nutrición, alimentación y dietética quería repasar el tipo de alimentación que han mantenido nuestros abuelos para conservar una buena calidad de vida y para ello entrevistó personalmente a algo más de 200 personas entre 80 y 104 años repartidas por diversas localidades españolas. La principal conclusión fue que limitar las cantidades de alimentos, evitando los atracones, es denominador común entre todos los abuelos que a día de hoy tienen una salud de hierro.

Otro estudio llamado “Enseñar a comer es enseñar a crecer” ha dado a conocer que abuelos son el último bastión de la dieta mediterránea en España y que tienen una gran responsabilidad en su alimentación ya que dos de cada tres abuelos prepara a los niños su comida habitual. Sin embargo, el 67% de los nietos no comen de todo, especialmente verdura y pescado. Y es preciso luchar contra la pérdida de los “platos de cuchara” en los hogares españoles, y los más mayores pueden enseñarnos mucho al respecto.

Más estudios indican cosas como que los adultos mayores de 46 años consumen menos platos preparados, snacks, caramelos y bollería en comparación con los perfiles de consumidores más jóvenes, al igual que ocurre con el consumo de bebidas con gas. Asimismo los consumidores mayores de 46 años manifiestan evitar aquellos alimentos que puedan repercutir en sus índices de colesterol, dándole una mayor importancia.

Todos podemos aprender mucho de cómo alimentarnos a través de los mayores… al hacer la compra, al cocinar e incluso a disfrutar de una buena compañía y conversación mientras se produce este proceso de nutrirnos tan necesario como social.

A todos nos interesa que el derecho a la alimentación de los mayores se ejerza de manera que se garantice su disponibilidad, accesibilidad y adecuación.

Isabel Fernández – Envejecimiento CSIC – Premio Vitalista 2016