Dra. Ana Urrutia – Liberando a la vida de sujeciones

A la mayor parte de la sociedad le da miedo envejecer, será porque nadie ha hablado (con insistencia) de lo positivo que supone cumplir años. ¿Qué hay de bueno en ello? 

Lo bueno que hay entiendo que es la vida en si misma. Envejecer y cumplir años es parte de la vida y no tiene sentido ir en contra de ello, porque la otra opción es no vivir…

Como positivo destacaría todo el aprendizaje que se obtiene a lo largo de la vida; una persona mayor sabe mucho más que años atrás cuando era más joven. Toda esa sabiduría de vida que se va adquiriendo es todo lo positivo que te da el envejecer, y creo que cuando te das cuenta de ello es cuando realmente le das valor, el valor de la vida, el valor del saber, el valor de aprovechar siempre el momento…

Según nos vamos haciendo mayores somos más conscientes de ello y empezamos a disfrutar mucho más de las cosas.

Entendemos que no sólo los Mayores sufren este trato indigno, las personas con discapacidad o enfermedades mentales pero ¿por qué hemos naturalizado las sujeciones? 

En primer lugar he de decir que las sujeciones se han naturalizado “sin darnos cuenta”, sin ninguna intención de maltratar.

Desde pequeños nos educan muy bien desde el punto de vista técnico pero no nos educan en valores, y en conceptos como la Dignidad, el Respeto a los Derechos de las Personas, la Empatía… Todo ello no se enseña en la sociedad, ni en profundidad en las escuelas, ni en las familias… No estamos acostumbrados…

Se trata de cultura de país… Como sociedad no priorizamos los derechos de las personas que están siendo cuidadas; aunque así se muestre en la teoría y en los documentos que redactamos y estudiamos, en realidad no es algo que esté interiorizado y pongamos en práctica.

En el momento en que interiorizamos de verdad los derechos que, al igual que “yo mismo” tienen el resto de personas, es cuando nos damos cuenta de que hay cosas por las que nos tenemos que esforzar, como es el hecho de cambiar la manera de cuidar, dejando de sujetar y haciendo más humano el cuidado. Esta manera de pensar te hace cambiar y hacer las cosas de forma diferente; supone un esfuerzo personal, pero cuando realmente interiorizas y priorizas los derechos de las personas que cuidas y que dependen de ti, es un esfuerzo que moralmente te ves obligado y obligada a hacer, y que además resulta muy satisfactorio.

Pienso que cuanto más vayamos interiorizando esto, más avanzaremos como sociedad a la hora de cuidar.

Nos pasamos los días juzgando el trabajo de los demás pero casi nunca el propio. ¿En qué momento miraste hacia dentro y decidiste cambiar todo aquello de lo que tú misma participabas?

Yo creo que a todos nos cuesta autoanalizarnos, y a mí me costaba igual que al resto de personas…
Tuve la «suerte» de recibir una queja de un familiar que me manifestaba su descontento porque yo indicaba sujeciones para el cuidado de su suegra. Él argumentaba que no era necesario utilizar sujeciones para controlar los trastornos de comportamiento o para evitar caídas en los pacientes dementes y que en Inglaterra, donde él trabajaba como médico, apenas las utilizaban. Esta queja, que al principio me molestó mucho, decidí vivirla como un regalo, como algo positivo que me ayudara a mejorar y a cambiar las cosas, porque enfadándome no iba a conseguir nada… Vi que él tenía razón, que era real que en otros países no se sujetaba… Por eso, dejé de perder el tiempo en “seguir enfadada” y comencé a estudiar las causas del uso de sujeción en España, y la vivencia y experiencia personal de las personas que eran cuidadas con sujeciones, para intentar cambiar la realidad. Y mis estudios me llevaron a conclusiones tan alarmantes en prevalencia de uso de sujeción y en la “indignidad de la vivencia” por parte de los pacientes, que no solo decidí eliminar las sujeciones en mi práctica médica, sino que escribí un método que enseñara a los profesionales a retirar sujeciones y a plantear el cuidado sin ellas.

Creo que esta fue la primera vez en que realmente fui consciente de que cuando alguien te está criticando, si lo hace desde una verdad, lo enriquecedor es pensar que te está dando un regalo, porque te permite asumir que no estás haciendo bien las cosas y a partir de ahí mejorar…
Después de esta vivencia, creo que me ha costado menos interiorizar las críticas, y me ha resultado más sencillo introducirme, tanto a nivel laboral como a nivel personal, en procesos de mejora personales y profesionales.

No nos gusta la palabra “institucionalizar” porque quizá sea una forma en sí misma de sujetar a las personas a una etiqueta. ¿Qué opinas? 

Creo que no nos gusta la palabra «institucionalizar» porque viene de institución, definiendo un ámbito de cuidado diferente del ámbito familiar, y como en este país la familia es un pilar fundamental para el cuidado de las personas mayores y personas en situación de dependencia, cuidar a las personas fuera de ese pilar no está bien visto, por eso tiene esa connotación negativa.

No obstante, creo que no necesariamente tiene que ser negativa, ya que hoy en día hay modelos de cuidado muy cercanos al contexto familiar, que convierten las instituciones en lugares de cuidado muy parecidos a la familia, con el valor añadido de que no solamente puede estar presente la familia sino que además en ellos dispones de profesionales, fundamentales en la atención de personas cuyo cuidado es muy complicado en un ámbito exclusivamente familiar, debido a las múltiples patologías y problemas asociados que presentan. Pienso que si a la institución, que ya posee los profesionales, la conviertes en una estructura similar a la familia, su valor añadido pueda ser altísimo.

¿Qué dificultades os encontráis para implantar Libera-Care en los centros residenciales?

Nos encontramos de todo: Por un lado nos encontramos entidades que abrazan el modelo prácticamente sin conocerlo porque quieren obtener el resultado, es decir, poder cuidar sin sujeciones, porque son entidades que son conscientes de que no saben trabajar sin sujeciones, pero también son conscientes de que quieren dejar de sujetar, y piden «ayuda», abriendo sus puertas a cambiar el modelo de cuidado. Dentro de estas entidades hay algunas que nos resultan más sencillas y otras más complicadas, porque la rigidez que presenta la organización puede dificultar la implantación del modelo: cuanto menos interiorizado tenga la organización el concepto de mejora continua más difícil resulta implantarlo; y cuando el liderazgo también está poco convencido de desarrollar el modelo o incluso no es un liderazgo catalizador de cambios o simplemente no existe liderazgo que influya sobre las personas de la organización, también dificulta el proceso de implantación.

Por otro lado nos encontramos con otras organizaciones que se molestan ante esta propuesta de cambio, y esta oposición que a veces muestran pienso que no resulta comprensible, porque es evidente que el cambio influye mejorando la salud de los pacientes y por lo tanto, como cuidadores, deberíamos de a abrirnos a él con más facilidad.

Esta oposición se puede deber a muchas causas: una de ellas puede ser que Libera-Care supone una transformación total y hay un momento al inicio del proceso durante el cual la organización “sufre” un poquillo, porque vive cambios internos importantes que resultan difíciles y que muchas veces las organizaciones no quieren de entrada asumir. En otras ocasiones son los propios profesionales a quienes les cuesta mucho ver paradigmas diferentes al que ellos ya conocen, aún incluso mostrándoles la ciencia y experiencias anteriores que los avalan. Y por último, otra dificultad que encontramos es que Libera-Care propone un cambio de roles profesionales que muchas veces es difícil de asumir entre los propios profesionales, ya que el modelo trabaja con equipos interdisciplinares transversales, y en las organizaciones a veces hay jerarquías que dificultan esta transversalidad.

Además de ello, otra dificultad grande que tenemos para poder introducir el modelo en la sociedad son las propias familias que son muy paternalistas y en ocasiones excesivamente protectoras y poco desarrolladoras de la autonomía de sus seres queridos. Y no solo las familias, sino la propia sociedad es así. Libera-Care es un modelo que trabaja mucho la autonomía de las personas cuidadas, y a una sociedad que no está acostumbrada a ello, lógicamente, le cuesta asumir este nuevo paradigma.

Otro hándicap importante es el que no haya un apoyo explícito de la Administración Pública a un Modelo de estas características, salvo en algunas pocas comunidades.

Lo que ocurre en España es que se sujeta en exceso, y en muchas ocasiones no se sujeta bien. Es verdad que en estos años hemos conseguido que en muchas comunidades se pase de sujetar mal a sujetar bien, pero el paso a No Sujetar está costando mucho. Diría que solamente hay un par de comunidades que están realmente comprometidas con un Modelo de No Sujetar, frente al resto que, o bien no están comprometidas con nada, o están comprometidas con sujetar bien, pero no, al menos en este momento, con No Sujetar.

¿Qué habéis demostrado a los que eran más reticentes a esta nueva cultura profesional y asistencial?

En este tiempo se han demostrado muchas cosas. Hemos demostrado que Libera-Care no es un modelo que solo se pueda implantar en centros de tamaño reducido, sino que es válido tanto para organizaciones grandes como pequeñas, porque realmente lo que se trabaja es la Cultura Organizacional, un aspecto independiente del tamaño.

También estamos demostrando que se puede implantar Libera-Care en cualquier ámbito asistencial, no solamente en residencias, sino en cualquier centro de atención a personas, incluidos hospitales, centros de salud mental, centros de discapacidad o centros sociosanitarios.

Libera-Care ha demostrado ser muy motivador; los centros que adquieren este modelo de cuidado no quieren volver atrás, al modelo de cuidado anterior. Motiva mucho a las organizaciones, aporta un valor añadido tanto a la organización como a los propios trabajadores.

Hemos demostrado que Libera-Care es una realidad que se puede trabajar con muy buenos resultados, desmintiendo todas las creencias que hacen referencia a que si se eliminan sujeciones el número de caídas aumenta, o a que si no se sujeta no se pueden controlar los trastornos de comportamiento o la agitación y el delirio, o incluso que tienes menos problemas legales si sujetas…

Y estamos demostrando día a día que es el modelo a seguir y es el modelo del futuro, porque mejora la salud de las personas, y cada vez más estudios lo corroboran.

¿Con qué enseñanza te han sorprendido los Mayores?

Aunque las personas que en este momento somos más jóvenes que ellas tendemos muchas veces a pensar que la vida de una persona mayor es triste, incluso a veces tenemos la osadía de decir que no merece la pena en determinadas circunstancias vivirla, a mí lo que me han enseñado las personas mayores es todo lo contrario, que quieren vivirla incluso con sus limitaciones, y disfrutar de ella.

Con respecto al tema de las sujeciones concretamente, las personas con demencia lo que me han demostrado es, cuando interpreto su comportamiento, que realmente no quieren que les cuidemos con sujeciones. Me han enseñado que todos esos trastornos de comportamiento que se producen ligados a la sujeción son realmente un grito en contra de que se les cuide de ese modo. Ellos lo demuestran día a día, y somos nosotros los que, por diversas razones, no hemos sabido o querido atender ese reclamo.

Qué consejo te gustaría compartir con nuestros lectores para una sociedad que envejece…

Envejecer es, lógicamente, inevitable, y pienso que lo que hay que hacer es disfrutar de cada día, cada minuto, cada momento que se está produciendo, siendo consciente de que se está envejeciendo, pero sin dejar de disfrutar de ello, porque también cuanto más se envejece más se va aprendiendo, y ese aprendizaje es el que conduce a saber disfrutar y apreciar más cada momento.

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