Carta de una Auxiliar de Geriatría en Pandemia

El 15 de Marzo nuestra rutina cambió para siempre. Y si para una persona cualquiera resultó muy complicado, para  nosotros, los gerocultores y todo el personal que trabaja en hospitales y centros sanitarios, lo fue aún más.

De repente, la incertidumbre, la desinformación, el miedo… 

Levantarte cada día sabiendo que tu trabajo implica un riesgo de contagio añadido y mucha responsabilidad. 

Llegar cada día a tu puesto sin saber qué te espera. El caos de los primeros días sin saber qué hacer. Las caras de preocupación donde quiera que mirases, estrés y muchos, muchos nervios.

Protocolos diferentes casi a diario. Blindarnos sin saber hasta cuando. Desear que se pasen los días sin síntomas, que todos estén perfectos.

Al ir avanzando las semanas, adquirimos rutinas que nos tranquilizan, un poco de normalidad dentro del caos. Vas viendo el deterioro físico y cognitivo de tus residentes, su tristeza, cómo echan de menos a su familia y esos besos y abrazos que ya no les podemos dar. La imposibilidad de explicarles a muchos lo que realmente sucede. Intentar tranquilizarlos y tener buena cara cuando estás con los nervios a flor de piel. Sospechas de COVID, se activan los protocolos, EPIS, incomodidad, MIEDO. Compañeros que quieren ayudarte sin poder, que se ofrecen a ser tú por un momento. Valientes…

Y si es positivo? Y si me contagio? Y si contagio a otras personas? A mi familia? 

Negativo, respiras aliviada. 

Vuelta a casa con la sensación de haber vivido un día extraño en el trabajo, pero sabiendo que lo has hecho lo mejor que has podido, que mañana sale el sol y hay que comenzar de nuevo.

Ainoa Falcón, gerocultora del centro Queen Victoria Hospital. Las Palmas de Gran Canaria.

Ejercicios para personas con movilidad reducida